noviembre 26, 2015

LA MARIHUANA SOLO TRAJO TRAGEDIA AL MAGDALENA



El negocio de la producción de marihuana se tomó La Guajira y la Sierra Nevada de Santa Marta en los años 70s. La zona es ideal para el cultivo por su clima y por su ubicación, en medio de un espeso bosque y cerca al mar. México disminuyó su producción de marihuana y EE. UU. aumentó su consumo, lo que le abrió el mercado a la "bonanza marimbera". 

La producción de 'yerba' en la Sierra Nevada data de 1955, pero sólo desde 1974 se conoce la magnitud del negocio. Se calcula que en 1978 había 19.000 hectáreas cultivadas en la zona, las cuales produjeron 9.500 toneladas de droga. 

La 'cannabis' sale del país en barcos o en aviones que despegan en pistas clandestinas cerca de los cultivos. Y buena parte del dinero entra al país a través del la cuenta de servicios del Banco de la República, que comenzó a ser conocida como la "ventanilla siniestra", porque compraba dólares sin hacer preguntas. Se estima que en 1977, cerca de 722 millones de dólares entraron a Colombia por esa vía. 

Las ganancias de los traficantes se convirtieron en el combustible de la llamada "economía subterránea", que aumentó la cantidad de dinero disponible en el mercado e incrementó la inflación en un 6 por ciento. 

El presidente Julio César Turbay ordenó la fumigación de los cultivos con Paraquat, un poderoso herbicida. También puso en marcha, en noviembre de 1978, la Operación Fulminante. En ella, 10.000 soldados emprendieron una guerra contra los productores de 'marimba'. En 1979 se reportó el decomiso de 3.500 toneladas de marihuana y la destrucción de más de 10.000 hectáreas de cultivos. 

Pero el operativo también trajo el aumento de la violencia de parte de los grandes 'marimberos' y el hambre y la miseria de cerca de 18.500 familias que vivían del cultivo a pequeña escala. Además, los precios internacionales comenzaron a caer y en EE. UU. aparecieron variedades más potentes de 'yerba'. La rentabilidad cayó. 

LA BONANZA MARIMBERA 

La marimbera fue la única de las tantas bonanzas que ha tenido La Guajira y el Magdalena, donde sectores populares como el campesinado se beneficiaron verdaderamente. Los campesinos marimberos con más poder económico que aquella sociedad citadina que la tuvo marginada por años, y los veían apenas como sembradores de yuca, se interesaron en visibilizarse, y a su manera. 

Se faltaría a la verdad si se incluyera a todos los que estuvieron en el negocio, en esa inundación de excesos, extravagancias y disparates de la época. Hubo marimberos tranquilos, respetuosos de los demás, hombres caseros y mesurados. Otros dieron rienda suelta a su imaginación y vivieron fantasías, y hubo quienes parecieron instrumentos del demonio. 

El volcán de dólares sirvió para amplificar a niveles extraordinarios viejas tradiciones como las riñas de gallos; satisfacer gustos personales de manera exagerada como las gigantescas parrandas, y cumplir sueños juveniles como presenciar la final de un mundial de fútbol. El tener la posibilidad de poseer todo lo que se sueña llevó a una locura colectiva que involucró hasta a la autoridad de entonces. 

Generosos, y en efectivo

En la primera etapa de la bonanza, decenas de agentes de la Policía salieron de pobres durante su servicio en La Guajira, y no pocos oficiales se hicieron millonarios. Las anécdotas son interminables. Un exmarimbero narró que en una ocasión fue tan jugoso el pago a cuatro policías, y quedaron tan contentos, que ayudaron a cargar la marihuana en el camión, y luego hicieron el viaje en la parte de atrás hasta las afueras de Manaure, para garantizar que no los molestaran. En varias ocasiones los propios vehículos oficiales de la Policía sirvieron para iluminar las pistas clandestinas en la Alta Guajira. 

La tradición oral dice que las relaciones entre policías y marimberos fueron tan fraternales en cierto tiempo, que ambos grupos celebraron juntos el Día Nacional de la Policía, un 5 de noviembre de la década del setenta. Famosos conjuntos vallenatos animaron la ceremonia-parranda y manantiales de Old Parr refrescaron a los presentes. 

El dinero de la yerba dio para todo. Los mayoristas hicieron importantes contribuciones para mejoras de la Catedral de Riohacha. En esos años, cuando una gobernadora del Departamento dilató las transferencias a la Universidad de La Guajira porque, según ella, era más económico enviar los pocos estudiantes a la Sorbona de París que tener institución propia, varios estudiantes hicieron una colecta entre los nuevos ricos y lograron reunir el costo de la nómina de 2 meses. 

El dinero marimbero circuló a todo nivel. Financiaron campañas políticas, regalaban cirugías, pagaban matrículas universitarias, subsidiaban a reinas, carnavales y fiestas patronales, adquirieron obras de artistas criollos e invirtieron en ganadería, agricultura y construcción de viviendas. 

De caché. Los marimberos construyeron espléndidas casas en Riohacha, adquirieron fabulosas mansiones en Barranquilla y lujosos apartamentos en El Rodadero, Cartagena y Miami. A esos lugares se trasladaban con sus familias, gustos, música y culinaria. Los vehículos fueron un símbolo de poder, desde el Mercedes Benz hasta la Ford Ranger. Algunos sentían que no les lucía reparar carros, si se varaban en una calle o carretera, lo dejaban tirado y al día siguiente compraban otro. 

Las mujeres fueron las clientas preferidas de las boutiques más exclusivas de Barranquilla y Miami, a esta última ciudad viajaban en sus avionetas privadas. La ropa costosa se convirtió en objeto de competencia. El velorio, el compromiso social más importante para los guajiros, pasó de ceremonia de recogimiento, a desfile de modas. Despampanantes trajes y espléndidas joyas entraban y salían de las casas al dar el pésame, provocando rumores entre los asistentes. 

La mayor preocupación de la mujer de un marimbero era la competencia: las amantes, queridas o novias de su marido. Se conocen casos de esposas que enfrentaron mediante hechicería a sus rivales. Viajaron a Panamá, Venezuela, Cuba y Haití en búsqueda de hechiceros para romper la relación de sus maridos con las otras. En Barranquilla y Riohacha se libraron verdaderas batallas mágicas entre mujeres de un mismo hombre. Los conjuros y maleficios iban y venían de un hogar a otro. Se asegura que el uso continuo de brujería terminó arruinando a ciertas familias. 

Otros marimberos gustaban de caprichos excéntricos, como contratar prostíbulos enteros en Barranquilla, cerraban las puertas por 2 o 3 días, a semejanza de las bacanales romanas. Un conductor de un mayorista recuerda ese pasaje con orgullo. “El patrón me mandó tres para mí solo, cuando me vi con tres hembrotas desnudas, no sabía por dónde empezar, es el mejor recuerdo de mi vida”. 

En tiempos de la bonanza, la tortuga frita –el plato más exclusivo de la gastronomía guajira– la pagaban por adelantado al triple del valor, y los que residían en Barranquilla contrataban carros expresos para que les llevaran tortuga desde la península. 

En una oportunidad, la residencia de uno de ellos en Barranquilla fue allanada por la Policía y el Servicio de Sanidad. Vecinos habían denunciado que los guajiros tenían un cadáver insepulto en su patio. Cuando las autoridades irrumpieron en la vivienda notaron que el fuerte olor procedía de una ponchera. Los agentes esperaban encontrar un ser humano picado y pudriéndose, levantaron la tapa y hallaron 10 kilos de cachirra, pez salinero de desagradable olor y exquisito sabor, muy apetecido en la zona de Camarones (La Guajira). 

Parrandas, música y gallos. La parranda es una práctica de origen español, arraigada en Riohacha desde el siglo XIX. Eran músicos que iban de puerta en puerta cantando y esperando unos traguitos. A principios del siglo XX nació la parranda estacionaria, músicos de bandas se reunían a tertuliar, beber y cantar. 

En la época de los grandes contrabandistas, el músico pasó de protagonista a amenizar eventos de otros. Cuando un comerciante lograba introducir a salvo su mercancía, contrataba músicos, abría una caja de whisky, ginebra o brandy y celebraba con sus amigos. La parranda se extendió por La Guajira para celebrar triunfos comerciales y políticos, conmemorar cumpleaños y bautizos, y festejar fiestas patronales. 

En la bonanza se sabía cuándo iniciaba una parranda pero no cuándo terminaba. Podían durar de 2 a 5 días. Dos o tres conjuntos vallenatos, compositores con guitarras y un mariachi. Se consumía varias cajas de whisky y toneladas de comida, picadas, friche, asados, sopas a media noche y tortuga en la mañana. La gente tomaba, amanecía, se retiraba a dormir en chinchorros cercanos, o iba a su casa, se cambiaba de ropa y regresaba.

El vallenato se benefició de la marimbería por ser la música de su tierra, la que escuchaban de niños en sus pueblos. Compositores e intérpretes tuvieron su bonanza durante la bonanza. Por primera vez les remuneraban bien su trabajo. Antes, los músicos ganaban una miseria, la mayoría se veían obligados a trabajar en oficios alternos para sobrevivir: jornaleros, carpinteros, albañiles y mensajeros. Los menos afortunados llegaban a la vejez alcoholizados, tocando por un poco de comida y mucho ron. 

El gusto marimbero por la música vallenata permitió mejorar ostensiblemente la calidad de vida de gran parte de ese gremio. Les pagaban muy bien los toques y parrandas, en ocasiones les obsequiaban vehículos, electrodomésticos y ganado. 

Por aprecio y agradecimiento, compositores inmortalizaron a sus amigos a través de melodías. A su vez, acordeoneros y cantantes, en correspondencia por la exorbitante generosidad, les enviaban saludos en las grabaciones de discos. Gesto que se convirtió en negocio, cualquier persona pagaba para que lo saludaran.

La riña de gallos finos fue por décadas la afición preferida del campesino guajiro. Cuando estos se involucraron en el negocio de la marihuana, el esparcimiento se convirtió en espectáculo de grandes inversiones y apuestas. 

Los marimberos tomaron el asunto de gallos como cuestión de honor. Hicieron cruces de las mejores razas. Importaron aves de Aruba, Miami, Cuba y España, esperando crear animales invencibles. El nuevo gallo guajiro ganó fama nacional. Se intentó, incluso, cruzar gallos con gavilanes, en búsqueda de engendrar un verdadero asesino emplumado. 

Las apuestas eran desmedidas. Millones de pesos, miles de dólares, vehículos y hasta fincas se jugaban. Un ex-rico de la marihuana reconoció que los gallos fueron su ruina: “viajábamos a muchas partes del mundo apostando dinero como locos, ahí se me fue mi plata”. 

Conciertos de plomo en do mayor

La tenencia de armas es tradición en La Guajira criolla desde el siglo XIX, y milenaria en La Guajira indígena. Era una prenda más de vestir. El resguardo del honor, su uso común. En el siglo XX el arma continuó como elemento disuasivo, en una tierra donde históricamente la ausencia de autoridad ha llevado a que las familias de las víctimas se encarguen de hacer justicia. 


En la bonanza, la adquisición de armas fue una prioridad. Los marimberos adquirieron modernos arsenales, armaron a familiares, ahijados y amigos, y los improvisaron como guardaespaldas. 

Los disparos al aire, antigua tradición practicada a la medianoche los 31 de diciembre, para celebrar el cambio de año, en la bonanza tuvo otros motivos: se hacían para marcar territorio o expresar estados de ánimo. Celebraban o maldecían disparando, o simplemente porque les daba la gana. Si alguien hacía un tiro al aire, otro le respondía desde algún patio. Los habitantes de Riohacha presenciaban un concierto de plomo todas las noches, entre 300 y 500 tiros se hacían como pasatiempo. 

Para los jefes marimberos, el valor y el tamaño del arma eran elementos de prestigio. El voluminoso revólver Smith & Wesson modelo 29, más conocido como Magnum 44, inmortalizado por Clint Eastwood en el film Harry el sucio, fue el favorito de marimberos campesinos. Lo portaban en la parte de atrás del pantalón causando una protuberancia del mismo, lo que les valió el apelativo de ‘culo puyú’. Otros preferían la pistola Browning calibre 9 mm. La llevaban en la parte del frente de su pantalón. A estos le decían los ‘cacha afuera’. Artesanos y orfebres de los Estados Unidos hicieron su agosto personalizando armas para guajiros. Fabricaban cachas de oro con las iniciales del dueño e incrustaciones de piedras preciosas. 

A ciertos personajes las armas y el poder los trastornó. En la Punta de los Remedios se recuerda a alguien que gustaba caminar con la pistola en la mano y montada. En Maicao, la pasión de un mestizo era embestir con su camioneta a peatones. En Riohacha hubo maridos que aterrorizaban a sus mujeres con disparos. Uno de ellos, cuando necesitaba a su esposa, en vez de llamarla por su nombre, hacía un tiro y ella entendía que debía acudir. 

El juego con armas entre amigos y familiares les costó la vida a decenas de jóvenes. En medio del licor terminaban matando a un buen amigo o a su propio pariente. La tentación de sacar un arma para resolver pequeños problemas condujo a decenas de muertes absurdas y al exilio a otros para evitar la venganza. 

Algunos jóvenes se transformaron en auténticos pistoleros, y terminaron siendo tan peligrosos que hasta los marimberos les temían. Trabajaron de escoltas o “solucionadores de problemas”. Al finalizar la bonanza quedaron sueltos y por su cuenta. Murieron en su ley. El abuso del poder y la intimidación por parte de pistoleros destrozaron la imagen del guajiro en la Costa Caribe.

El armamentismo se propagó como epidemia. Abogados, profesores, médicos, comerciantes y hasta sacerdotes adquirieron armas para enfrentar posibles amenazas de pistoleros. “Si se meten conmigo, les doy a’lante”, decían. 

El aislamiento. La Riohacha tradicional y la Maicao comercial fueron las que más sufrieron el impacto de la cultura marimbera. A la primera –entonces ciudad conservadora, de economía débil, costumbres mesuradas, devoción religiosa y concentración del poder en pocas familias– le llegó desde la zona rural una migración de extensas familias con mucho dinero, armadas hasta los dientes y celebraciones fastuosas. La segunda, una pujante ciudad comercial, fue tomada por pistoleros criollos y mestizos que atemorizaron a sus habitantes y espantaron a quienes por años habían logrado darle a la ciudad credibilidad a nivel nacional. 

Los disparos y el volumen de los equipos de sonido mantuvieron a riohacheros y maicaeros encerrados por años. Cuando lograron asomarse a la puerta, las ciudades no les pertenecían. 

Sin embargo, la intolerancia e intimidación nunca fue perdonada. Las familias amigas de los tiros empezaron a sufrir aislamiento social. A inicios de los noventa, el porte de armas empezó nuevamente a ser mal visto, fue pasando de moda. La gente discretamente se apartaba cuando veían a alguien armado. Lo dejaban solo.

Riohacha y Maicao jamás serían las mismas. La marimbería estremeció esas ciudades y opacó a la sociedad civil de ambas. Riohacha ha logrado salir adelante; Maicao aún no encuentra su norte. 

En la actualidad se quiere responsabilizar de todos los males de La Guajira a la cultura marimbera. El clientelismo y el nepotismo vienen de atrás. La corrupción es un mal endémico, herencia colonial. Miembros de algunas familias que jamás negociaron una libra de marihuana administraron recursos de regalías del carbón y gas como plata de bolsillo. Al menos los marimberos despilfarraron su propio dinero, no el del pueblo. 

Por Fredy González Zubiría 



Memoria de la bonanza marimbera 
en Santa Marta



Por: Esperanza Ardila Beltrán
Álvaro Acevedo Merlano*
Luis Martínez González


Introducción


El  presente  artículo  tiene como objetivo  explorar  y describir las diferentes  memorias que  se  han construido  en  torno  a la  bonanza marimbera a partir de las experiencias, impresiones  y  evocaciones de  los habitantes  de  Santa  Marta.  Además, pretende  indagar  en  la  producción académica y en el registro periodístico de esta época el impacto que el cultivo y tráfico de la marihuana generó en la ciudad. Tal vez, las imágenes de mayor recordación sobre esta bonanza son las balaceras  en  distintos  barrios  y  los enfrentamientos entre las  familias guajiras.  No  obstante,  este  período estuvo marcado por la  emergencia de un grupo social, cuyo estilo de vida giró en torno a la compra o construcción de lujosas casas, de hoteles, de la colección  de  carros  y  de armas  hasta influyeron en la música vallenata. Esto se  tradujo en  una  siniestra simbiosis entre los traficantes locales y el poder político  y  económico,  cuyos  efectos aún se sienten en los territorios urbano y rural de la ciudad. De esta forma, la violencia y la impunidad se convirtieron  en dos  de  los  tentáculos  más peligrosos  del  tráfico  ilícito de marihuana.


La memoria colectiva en el contexto de la bonanza marimbera


Este  trabajo  está  orientado  por  un conjunto  de  conceptos articulados  al estudio de la memoria colectiva, este concepto central  ha sido utilizado en estudios  sociales e  interdisciplinarios en los que lo relacionan con el lenguaje, el poder, el inconsciente, la oralidad, la escritura,  la comunicación,  la  identidad,  entre  otros  temas  (Figueroa, 2006). La  memoria  colectiva  hace referencia al proceso por medio del cual se reconstruye el pasado vivido por un grupo humano particular. Al respecto, lo importante son  las  experiencias vividas que permiten inventar el pasado cuantas  veces  sea  necesario,  pues  la reconstrucción  permanente  de  los recuerdos a través  de conversaciones, usos, costumbres, contactos, conservación de objetos y pertenencias, así como la permanencia en los lugares donde ha transcurrido la vida se convierten en la garantía de que el grupo siga siendo el mismo  en  medio  de  un mundo  en continuo  movimiento (Halbawchs, 2002).


La reconstrucción del  pasado opera a través de nociones  comunes entre los individuos, de tal forma que el recuerdo evocado pueda ser reconstruido a partir de un fundamento común. Así las cosas, cuando un grupo de hombres del barrio Cristo Rey en Santa Marta evocan los ochenta como la época "cuando la plata era plata" (De la Vega, 2006) comprende mos  que  existen  recuerdos  de experiencias o de hechos que conciernen  a grupos  específicos,  ya sea  la familia o el barrio, que dan cuenta de un período  que  afectó  a  la  sociedad  en general,  en este  caso, a  la ciudad  de Santa Marta.


Como  afirma  Halbawchs  (2002),  los fragmentos  de  recuerdos  personales parecen  pertenecer  sólo a  los  individuos, no obstante, en la medida en que estos son miembros de un grupo, dichos recuerdos  pueden conservarse en ambientes sociales específicos, es decir, los recuerdos se enmarcan socialmente, estos marcos  son  “portadores  de  la representación general de la sociedad” (Jelin, 2009: 3). De hecho, los recuerdos se apoyan unos a otros, por lo que “lo  colectivo  de  las memorias  es  el entretejido de tradiciones y memorias individuales, en diálogo con otros, con estado de flujo constante, con alguna organización social -algunas voces son más potentes que otras porque cuentan con mayor acceso a recursos y escenarios- y con alguna estructura, dada por códigos culturales compartidos” (Jelin, 2009:5).


La bonanza marimbera es recordada a partir de múltiples acontecimientos que son narrados o expresados en relatos, es esto lo que se llama memorias narrativas, definidas como construcciones sociales comunicables a otros (Bal, 1999, citado en Jelin, 2009: 10). Esto suele oponerse o, más bien, apartarse de la historia o memoria histórica que "suele entenderse y ser asumida como lo que podríamos llamar la memoria 'oficial' de las sociedades, aquella que 3C pone por escrito, que unifica y logra en muchos casos convertirse en la manera 'conectó de contar el pasado" (Rojas, 2004). Ahora bien, hacer el ejercicio consciente de recordar la bonanza marimbera puede representar una práctica de resistencia en tanto se logra develar lo que la historia ofidal ha desdeñado, olvidad o ignorado:


La meritoria colectiva ha constituido un hito importante en la lucha por el poder conducida por las fuerzas sociales. Apoderarse de la memoria y el olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de esos mecanismos de manipulación de la memoria colectiva (Le Goff. 1991:134, citado en Rojas. 2004:25).


Al respecto, Molano afirmaba en los ochenta que tanto la antropología como la sociología no le prestaron suficiente atención a las expresiones de violencia, de oscuros orígenes y de complejos mecanismos, que se desataron en la costa Caribe colombiana, pues contrastó con la tradicional aseveración de que en la costa la violencia no ha tenido ocurrencia. De tarde en tarde el periodismo se ocupa del asunto y el velo de silencio vuelve a sepultarlos hechos" (Molano, 19 22). Es así como el silencio y el olvido han contribuido a pensar en Santa Marta como una ciudad apacible, una pequeña ciudad frente al mar, no obstante, la fuerza de los hechos la han convertido en la dócil espectadora de expresiones de violencia y de terror, así como en el escenario de épocas de bonanza como la marimbera, que generalmente han traído derroche y muerte.


Siguiendo a Le Goff, podríamos pensar que el olvido colectivo o la amnesia individual determinarían perturbaciones en los procesos de identidad colectiva (Le GofF, 1991), por b que llega a convertirse en un instrumento de poder en un juego de lucha por el dominio del recuerdo y la tradición. Esto propiciaría un olvido selectivo, en parte debido a la represión del pasado, a lo que Ricoeur Hama olvido archivador (Ricoeur, 1999), pero en tanto narrativa, la memoria es selectiva, es decir, algunos hechos son recordados y contados y otros no. Tenemos entonces que, además de que "las borraduras y olvidos pueden también ser producto de una voluntad o política de olvido y silencio por parte de actores que elaboran estrategias para ocultar y destruir pruebas y rastros, impidiendo así recuperaciones de memorias en el futuro” (Jelin, 2009: 11), el olvido puede ser producido también por el devenir histórico, expresado en lo que los individuos olvidan.


Por otra parte, para reconstruir la memoria colectiva es necesario centrar el estudio en la oralidad de la ciudad, en lo que dice la gente y en cómo lo dice, pu.es es allí donde podemos explorar la historia de las vivencias, de los miedos y derroches que provocó la época que nos ocupa. De tal manera, las fuentes orales y las histerias de vida nos aportan "una lectura de un proceso personal y social. Una lectura que tiene, sin duda, una buena dosis de auto justificación o de búsqueda de sentido a la concatenación, más o menos circunstancial e imprevisible, entre las diferentes etapas de una existencia individual o colectiva" (Pujadas, 200D: 142). La oralidad está presente en los relatos de vida, los cuales "nos dan la posibilidad, de entender en otra dimensión y en otros ritmos los acontecimientos más generales ocurridos en torno a la vida de los individuos; proporcionan voces con calidad, y verosimilitud, sobre los acontecimientos, pero sobre lodo la visión y versión propias de los actores involucrados e inmersos en el mundo de lo cotidiano (Aceves, 1996:19).


Finalmente,  este tipo  de estudios  se aleja  de la reconstrucción cronológica, de la lógica temporal del investigador y de la Historia en general porque la memoria no se centra en el hecho de hilvanar una narración  de  lo  sucedido,  pues  trasciende  lo narrado,  inscribiéndose  en  múltiples  lugares (Rojas,  2004: 45). Por  el contrario,  la memoria moldea  las  narrativas, el  espacio,  el  tiempo, el recuerdo de los oficios y las relaciones sociales, estos momentos son los que adquieren forma en la memoria y son cargados simbólicamente por ella.


Los dueños del negocio


El fenómeno  social y económico  de la bonanza marimbera  su comercialización  y explotación masiva se vio influenciada desde la llegada de los “Cuerpos de paz” (Losonczy, 2002) enviadas por el gobierno de Estados Unidos en la llamada “alianza para el progreso”, este grupo de voluntarios tenía como propósito alejar a la juventud colombiana de las  tendencias  comunistas  y de  la  revolución cubana que estaba en boga para esa época, a través de programas sociales y de apoyo a los renglones de la producción  como  la  agricultura,  estos extranjeros  que llegaron  a la  Sierra se  fueron volviendo adictos a la marihuana que se producía allí  y nombraron  a sus  dos variedades  como la “colombian Gold  o punto rojo”  y “Santa  Marta Golden”.


De esta manera, los miembros de los “cuerpos de paz” se convierten en los primeros traficantes  al por  menor  de  este  alucinógeno,  llevando  la marihuana  colombiana  a  los  Estados  Unidos  y haciéndola popular entre sus amigos y familiares, es preciso recordar que para esta misma época en Estados  Unidos  estaba  en  auge  el  movimiento “jipi” y los movimientos pacifistas que protestaban contra la guerra de Vietnam que trajeron grandes cambios sociales y culturales en esa nación, toda esta  combinación  de factores  generó una  gran demanda del alucinógeno que a la postre generaría una gran bonanza. 


Aunque,  las  mafias  estadounidenses  tuvieron siempre el control de las rutas y la distribución de la marihuana en los Estados Unidos, el foco principal de producción de este alucinógeno se ubicó en la Sierra Nevada de Santa Mara en los Departamentos de La Guajira, Cesar y Magdalena que para la época estaban  pasando por  la crisis  en los  cultivos de algodón y banano (Arenas, 2004). A pesar de que la distribución al por menor inició con los miembros de  los  “cuerpos  de  paz”,  el  gran auge  de  este negocio se daría a través de los contactos entre los contrabandistas guajiros, que negociaban artículos como cigarrillos, whisky y electrodomésticos, con contrabandistas norteamericanos:


Los  guajiros  traían mercancía  en bongos  desde Dibulla  hasta  Gaira o  los  sitios  del  Parque Tayrona, en los  bongos se  transportaba, cigarrillos, perfumes  y whisky  los  guajiros  eran  los encargados  de transportar toda la mercancía  de contrabando, pero al regresarse a La Guajira se llevaban el café que en ese tiempo lo sacaban de contrabando hacia Venezuela (Entrevista de campo realizada en Santa Marta, 2011).


De lo anterior se puede decir que para los guajiros, el  contrabando y  el  tráfico de bienes ilícitos se convirtieron en un elemento dinamizador de la actividad económica  regional. Sabiendo aprovechar las rutas y puertos utilizados para el contrabando, en esas idas y venidas el negocio de la marihuana comenzó agitarse en Riohacha y Santa Marta, repartiendo  inmensas  utilidades  que  terminarían filtrándose tanto en negocios legales como ilegales, el grueso de la sociedad (pobres y ricos) terminó directa e indirectamente involucrada como parte de esa  economía ilegal.   


Las zonas  de producción, embarques y exportación de la yerba se convirtieron en un negocio de familias samarias y guajiras, los primeros se encargaban de la compra y exportación, los segundos, se dedicaron a sembrarla en la Sierra, con el tiempo tantos samarios y guajiros se dedicaron  a  exportarlas,  los guajiros  por  su conocimiento  de rutas  marítimas y  los samarios porque tenían los medios para transportarla.


Las  familias  prestantes  de  Santa  Marta  que manejaron  el  negocio  de  la  marihuana  no  lo hicieron  clandestinamente,  en  aquella  época  las autoridades  civiles  y militares sabían  de  las estructuras  mafiosas  que  conformaban  estas familias 2. 


Estas  familias  supieron camuflar  las ganancias  que  le dejaba el  negocio  tráfico  de marihuana debido, a sus orígenes de empresarios del banano (cultivadores de banano), que también les  dejaba  grande  ganancias.  Estos  empresarios manejaban  discretamente  el  negocio  de  la marihuana, pero en realidad eran los que controlaban y  contrataban  el  personal  que  entraba  al proceso.  A  pesar  de  que  las  familias  guajiras mantenían el dominio de las acciones ilegales en Santa Marta, fueron pasando de jefes a intermediarios en la cadena del tráfico de marihuana (Molano, 1988),  debido a  que  en  Santa  Marta y  en  el departamento del Magdalena, los integrantes de las familias  más prestantes  se hicieron  dueñas del tráfico de marihuana.


En Santa Marta las familias prestantes que controlaban el negocio de la marihuana en su primera etapa, fue la  familia Dávila Armenta  y Dávila Jimeno, estas familias poseían demasiado dinero debido a los negocios de las exportaciones de banano hacia el exterior. Al tener contactos en el extranjero y un capital  base,  hizo que  se involucraran  en  la exportación de la yerba, para eso alquilaron flotillas de barcos para que la transportaran directamente a las  Estados Unidos. Muchas familias  de la  elite samaria  eran dueñas  de  barcos  y aviones,  estos poseían los  medios para  llevar la marihuana directamente a los Estado Unidos (Castillo, 1987).


Por otro lado, estaban las familias guajiras 3 que residían en Santa Marta  antes que comenzara  la bonanza, estas familias se dedicaban al contrabando de licores, electrodomésticos y café estos eran dueños de pequeñas embarcaciones. Estas familias en  la  época  de  la  bonanza de la marihuana  se convirtieron en intermediarios y mayoristas entre las familias de elite samaria y la familia marimbera campesina. Varias de estas familias, se establecieron en Santa Marta, debido a la migración que se produjo por la culminación del tramo de la Troncal del  Caribe  que comunica  a  Santa  Marta con  el Departamento  de  La  Guajira,  obra  iniciada  por orden del general Rojas Pinilla en los años cincuenta y finalizada entre 1969 y 1970 (Molano, 1988).


En  el último  peldaño del negocio  de marihuana estaban las familias de colonos guajiros y cachacos que eran netamente campesinos, estas se encargaban  de  cultivar, transportar  y vendérsela a  los intermediarios.  Las familias  cachacas  habían llegado  a  la  Sierra huyéndole a la violencia partidista entre liberales y conservadores en interior del  país,  en  este mismo renglón también se encontraban las familias  guajiras.  Las  familias campesinas que se dedicaron al cultivo de marihuana no sabían manejar el dinero dejados por la actividad que estaban realizando, muchas de estas familias no guardaron su dinero en el banco ya que no sabían utilizarlos, muchas guardaban los bultos de billetes debajo de sus camas y cuando necesitaban comprar algo para sus casas, sacaban los fajos de billete y se iban de compras a la ciudad. Algunos miembros de estas familias comenzaron a comprar carros aunque no supieran manejar, algunos sentían que no les lucía reparar carros, si se varaban en una calle o  se estrellaban  en la carretera,  lo dejaban tirado y al día siguiente compraban otro (Molano, 1988). 

2 Familias Dávila Armenta: Eduardo Dávila Armenta, Raúl Dávila Armenta, Pedro Dávila Armenta,  Enrique Dávila Armenta y Raúl Dávila Jimeno. José  Rafael Abello  Silva alias “el mono Abello”, Alfredo Julio Abello Silva alias “happy Abello”, Edgar Soto Buelvas alias “el gordo Soto”, Julio Cesar Zúñiga Caballero, Carlos Alberto Zúñiga Caballero, Antonio Nel Zúñiga Caballero, Juan Manuel Noguera  Aarón alias “Juancho Noguera”, Rafael Noguera Aarón, Julio Dangond Noguera alias “moñón Dangond”, Armando Enrique Dangond Noguera alias “nay”, Enrique Caballero Aduen, Antonio María Caballero Aduen, Jorge Gneco Cerchar, Julio Cesar Nasser, David, Armando Pinedo, Mariano Vidal, Miguel Pinedo Barros, Vives Ignacio alias “nacho”.


3   familias: Padilla  integrada por: Víctor Raúl Torres Padilla alias “pondoro”, Álvaro Padilla Redondo alias “abo” o el “gordo”, Rubén Padilla Redondo alias “Rubén”, Francisco Padilla Redondo alias “Franquito”, Elver Padilla Redondo. familia Campo Miranda conformada por Rafael Campo Miranda, Adolfo Campo Miranda, Martin Campo Miranda alias Chey Campo, Osvaldo Campo Miranda alias  “pantera”, Carlos Campo Miranda, Ramón Campo Miranda alias “Monche”  Campo. Familia Barros Mendoza integrada por José  Ramón  Barros Mendoza alias moche  Barros, Roque Barros y “Che” Barros. Familia Roys  integrada por Raúl  Roys Ariza alias raucho, Jaime Roys  Daza, Juan Suárez Roys. Familia Cuello integrada por Mario Cuellos Fuenmayor  y Orlando Cuello Fuenmayor. Familia Peralta Carrillo integrada por  Alfredo Peralta Carrillo, Abdón Peralta Carrillo, Arnaldo Peralta Carrillo y Aimer Peralta Carrillo. Familia Pitre los integrantes más sonados de esta familia fueron Edinson Pitre Guerra alias encho Pitre, Ubida Pitre De Rodríguez y Fermín Pitre Guerra, Valdeblánquez Lebette Enrique alias “primo”, Valdeblánquez Lebette, Francisco alias “divino negro”, Valdeblánquez Lebette Serafín. Rafael Ebrat Cohen alias “pato”, José Alvarado Ribadeneira, Marcos Olarte Ortiz, José Molina Sevilla, Gabriel Rodríguez Cabas alias “capi Black”, los hermanos William Salcedo y Freddy Salcedo, los Hermanos Euclides Duran alias “quille” y Carlos Duran alias “el gago”, Luis Pérez Quezada alias “lucho Barranquilla”, Rafael Aarón alias “maraca”.


Algo que mucha gente de Santa Marta recuerda y que fue común para la época de la marihuana y se convirtió en rituales de demarcación de territorio fueron  los  disparos al  aire, los  guajiros en sus parrandas y fiestas de fin de años los acostumbraban a celebrarlos con disparos al aire, para demostrarle a la comunidad que había presencia de un guajiro. Lo otro era que dos guajiros no podían vivir en  una misma calle  o barrio, si  uno hacía disparos al aire desde el patio de una casa el otro le respondía formando una sinfónica de plomo por varias horas, llegando incluso a enfrentamientos.


Muchos  recuerdan que  guajiro que  se respetara tenía  que tener  un  revólver o  una  pistola, para aquella época los guajiros convirtieron las armas de fuego en  un elemento de prestigio:


El arma favorita para un marimbero campesino era el revólver Smith & Wesson calibre 44, más conocido como mágnum, que  utilizaban   en la parte  de atrás  del pantalón  lo  que les  valió el apelativo de ‘culo puyú’. Otros marimberos más  recatados  preferían la pistola Browning calibre 9, esta la llevaban en la parte del frente del pantalón a los  que  le  decían  los  cacha  afuera  (González, 2012).


Al contrario que los guajiros campesino, las familias de marimberos que residían  en Santa Marta antes de la bonanza y  familias de  la elite samaria se interesaron en guardar su dinero en los bancos y comenzaron adquirir casas, colecciones de carros lujosos y, especialmente las ranger, armas de fuego y joyas todo lo anterior   tuvo un  efectos en la sociedad, alterando la percepción del mundo.


“Mi papá siempre creyó que la plata no se le iba a acabar” (Entrevista 30 agosto 2011), nos decía la hija de un hombre que traficó marihuana durante dos décadas y que falleció de un ataque de asma luego de “coronar”  su último  embarque.  Los festejos  millonarios se multiplicaron  por  las ciudades de la costa como la famosa boda celebrada en octubre de 1977, cuya fiesta duró tres días y tres noches. La boda fue oficiada por el obispo de Santa Marta, comenzó en el Hotel Puerto Galeón y concluyó en la hacienda de propiedad de uno de los contrayentes,  en  las  afueras de  la  ciudad.


Desfilaron varios orquestas y grupos vallenatos, y la comida y el licor fueron abundantes (Cervantes, 1980). Sumado al derroche, el miedo también se apoderó de la sociedad. Miedo a ser inocente y caer abatido en una de las frecuentes balaceras que se presentaban en las calles o el miedo justificado por formar parte de un círculo de hombres en el que la vida  y  la  muerte  se  cruzaban  amparadas  en la venganza y la ambición.


Por otra parte, el espacio urbano se vio influenciado por  el  nuevo estilo de  vida  de los  traficantes, quienes  se caracterizaron  por la  ostentación, los lujos, las  extravagancias  y,  en  general,  por  el consumo desaforado producido por los ilimitados ingresos que reportaba esta actividad. Al igual que todo el  territorio nacional, en  el ámbito local  se reprodujo un andamiaje mafioso conformado por políticos,  terratenientes  y  funcionarios  públicos. Sectores del ejército, de la policía y de la marina, pilotos de aviación, comerciantes, abogados, médicos, entre  otras ocupaciones,  y asesinos  a sueldo que avivaron la violencia y la impunidad, así como la  percepción de que  el tráfico era  “algo” aceptable.


La Sierra como lugar de producción


Los que fomentaron el cultivo de marihuana fueron los  norteamericanos en  asociación  con  mestizos guajiros, estos llegaron promocionando la semilla de marihuana como cualquier otro cultivo y  les informaban a los colonos que con la siembra de la yerba iban a tener mayor rentabilidad. Este fue el motivo que impulsó el cultivo de la marihuana en el área rural de Santa Marta y toda la zona norte de la Sierra Nevada,  los  norteamericanos traían la semilla, aportaban dinero para el sostenimiento del cultivo pero con el compromiso que se les vendiera la producción.


La  marihuana ocasionó  en muy pocos  años una colonización desbordada en la localidad que llegó más gente que durante el proceso de poblamiento desde los años cincuentas hasta los setentas. Las cuencas  fueron  triplicadas en  su  población y  la frontera de la reserva forestal fue violada, puesto que eran tierras muy  apetecibles por  los grandes marimberos, debido por las excelentes condiciones naturales para el cultivo. Todos los días llegaban caras nuevas al área rural de Santa Marta generalmente colonos cachacos y costeños en busca de un pedazo  de  tierra para  cultivar  la yerba,  que  los habría de hacerle olvidar su errante miseria. Si no conseguían  tierra,  tampoco  les  importaba,  se enganchaban como trabajadores,  daba lo mismo, era tan fabulosos precios de la yerba que simplemente bastaba con ganar el salario. La marihuana se convirtió en una forma de sobrevivir para estos campesinos colonos, se puede decir que “fácil” para sobrevivir en una localidad tan apartada sin presencia de ninguna autoridad y sin ayuda del Estado lo principal era tener dinero y el cultivo de la marihuana les ayudaba a conseguir lo  que  el Estado  les negaba. La marihuana la comercializaban  los guajiros, estos eran los que comisionaban los fletes y coordinaban las cargas y dónde  se  tenían que  hacer  los embarques. Era incalculable la cantidad de mulas que utilizaban y el número de arrieros para el trasporte de la yerba. Una mula que años  anteriores a  la  bonanza  de la marimba podía costar treinta mil pesos, en los años de la bonanza llegó a valer doscientos mil pesos.


Las mulas eran utilizadas en jornadas largas que podían durar hasta seis días de camino en la Sierra, un arriero utilizaba hasta doscientas mulas porque cargaba de cien o doscientos quintales de marihuana. Los arrieros recogían las mulas que estaban en la localidad  y algunas veces viajaban hasta los municipios  de  Fundación, Aracataca  y  Ciénaga buscando mulas, los pagaban por el alquiler de las mulas mil pesos. Pero algunos llegaban a comprar mulas que no resistían las jornadas de camino, las mulas buenas se enfermaban por descuido de los arrieros o a veces los dueños de la marihuana no contrataban  suficiente  personal  para  arriar  las mulas, si una mula caía en un charco o no podía seguir o se cansaba, esa mula era sacrificada:

A las mulas se les mataba se le pegaba su par de tiros y la tirábamos por un abismo y como había plata para comprar otras, se compraba. Pero así como  mataban  a  las  mulas  porque  se  cansaba también mataban arrieros que se burlaban de las mulas que no servían. Yo cargaba seis mulas, cinco con las cargas y una con la comida porque en el camino tenía que  mantenerme yo  y tenía que mantener  a las mulas,  por todo  yo cargaba  mil cuatrocientas mulas,  cada mula  de esas  llevaba setenta kilos de carga porque era un camino muy largo, cada carga de estas la pagaban a nueve mil pesos, cuatro mil quinientos el bulto de veinticinco kilos a nosotros los arrieros (Entrevista de campo realizada en la Sierra Nevada de Santa Marta).

Cuando llegaba la época de la cosecha de marihuana, recuas de mulas subían de la troncal del Caribe hacia la cuenca media de la Sierra, cargadas con rollos de papel, bolsas plásticas y tulas llenas de billetes; los arrieros y sus mulas se dirigían a la zona dominada por los  paisas o cachacos que estaban dentro  de la  reserva  forestal, donde  estaban sembradas las grandes plantaciones de marihuana.


Con los arrieros, viajaban los combos de pistoleros de los grandes marimberos (porque la violencia se apoderó  del  negocio) y  fue  tal  que los  mismos mafiosos contrataron  sus cuadrillas de  pistoleros para que le custodiaran la mercancía e incluso las mismas autoridades se asociaron con estos grupos de pistoleros “(…) La policía se echaba tiros con la aduana, los servicios secretos disparaban contra los otros servicios secretos porque estos comenzaron a custodiar  los cargamentos  de  marihuana  de  los mafiosos  y así surgieron  los combos”  (Molano, 1988:26). Los arrieros comenzaron a ser escoltados por combos de pistoleros del mafioso que era dueño de la marihuana. Por cada arriero, el mafioso contrataba  hasta treinta  pistoleros armados  para que los escoltaran desde el momento en que éstos salían de la caleta hasta que llegaran  al sitio del embarque. Los  arrieros llevaban la  marihuana a donde decían los mafiosos, y esta era llevada a las zonas donde no hubiera policía:

A donde teníamos que llevar la marihuana, a veces salían hombres  en caballos haciéndonos  tiro al aire para avisarnos que venía la policía. Era muy arriesgado transportar la mercancía hasta la parte de abajo, cuando  llegábamos teníamos que devolvernos porque venían los “gorrones”, así le decíamos a los antinarcóticos, venían los gorrones y teníamos que perdernos eso salíamos corriendo y rompiendo alambres y  botando las  cargas  de marihuana, pero no dejábamos perder las mulas, el que dejaba perder una mula los dueños de la mercancía no le respondían por ella. A nosotros nos tocaba trozar (sic) hasta cinco cercas de cuatro cuerdas  y  teníamos  que utilizar el  machete  y cortarla hasta abajo. Llegábamos a las fincas que están cerca de  la troncal del Caribe,  esas eran fincas muy bonitas. Llegábamos a esas fincas y cuando  nos disponíamos a  cortar los  alambres salían hombres con escopetas y nos amenazaban. Porque creían que uno iba a pasar marihuana al otro lado de la cerca, y nadie se atrevía a cortar los alambres para  abrir un  portón. Como  nosotros también  tenían armas  le echábamos  tiros  a  los tipos, y echábamos para adelante (Entrevista de campo  realizada  en  la Sierra  Nevada de  Santa Marta).

La  marihuana  que  se  cultivaba en Don  Diego, Guachaca y Buritaca la sacaban por la desembocadura de los ríos, allá estaban los comisionistas y los sitios de embarque estaban bien custodiados por los combos de pistoleros. La comunicación de la vertiente norte de la Sierra con el mar hizo muy fácil el trasporte de la marihuana y por tal motivo eran mayores las ganancias que dejaba el negocio.


De las trochas de la Sierra bajaban al litoral recuas de mulas cargadas con yerba prensada y lista para ser embarcada. Los  propietarios  de  las grandes fincas tuvieron que tomar partido en el negocio, o se integraban a la bonanza o ponían sus tierras al servicio  del  tráfico,  o  se  iban.  Las  playas  se volvieron puertos de embarque:

Yo  transporté  marihuana  y de  aquí  allá  nos echábamos medio días depende lo que uno avanzaba, por trochas, por caminos malos se demoraba mucho tiempo. Nosotros comenzamos con quinientas mulas y era mucha gente la que componía el grupo.  Ningunos nos identificábamos, apenas hablábamos lo indispensable, los cabecillas de la carga eran  unos  cachacos.  Cuando  se corrió la orden de partir, prendimos las linternas y comenzó el  trajín de esas mulas, partimos  por  una  ruta desconocida  y solo era conocida por quienes comandaban el cargamento, por radio se indicaba los puntos donde estaba la policía y el ejército, y por donde podíamos pasar la carretera sin problema. Pasamos por la orilla del río, luego lo cruzamos y pasamos por otra quebrada e hicimos travesía sobre unos cerros, cuando yo miro hacia atrás la fila de mula llegaba hasta tres kilómetros, ya no éramos las quinientas mulas con que comenzamos. Como a las dos de la mañana cruzamos la carretera por debajo del  puente,  este lo cruzamos con  las  linternas apagadas, cruzamos el río y apresuramos el paso, hasta cuando las mulas comenzaron a chapotear el agua de mar, ahí vimos los botes que estaban en la arena  esperándonos. Nosotros entregábamos la mercancía a la orilla del mar a otra gente la llevaba flotando por el agua en unas canoas, nosotros la entregamos hasta ahí, pero  si era mucha gente y muchas  canoas  que  recogían  esa droga para llevárselas embarcadas (Entrevista de campo realizada en la Sierra Nevada de Santa Marta).

Las fincas cafeteras que estaban en la zona rural de Santa Marta, en la época de la bonanza decayeron porque el jornal de trabajo lo pagaban a trescientos pesos  y los  trabajadores de  las  fincas, preferían raspar marihuana que recolectar café o jornalear en las fincas de  la zona  bananera. Muchos de estos trabajadores se dedicaron a talar, sembrar, recoger, trasportar y  custodiar marihuana,  así las grandes fincas  perdieron  mucha  producción  de  café inclusive el contrabando de café hacia Venezuela se incrementó  debido a  que los  propietarios de  las finas  no  encontraban trabajadores y  además la federación  de cafeteros estaba  pagando mal  el grano de café.


Los vallecaucanos y los paisas comenzaron a cultivar grandes extensiones de marihuana que cubrían los contornos del paisaje visible  en  la Sierra. Los cultivos de marihuana de estos dos eran más grandes que de los colonos, y los cultivos de los  colonos  se  veían insignificantes, según los habitantes de localidad, estos cultivos eran  para lucrarse  porque el  negocio le  daba más a los grandes cultivadores  que a  los propios  colonos.


Estos grandes marimberos comenzaron a cultivar en la reserva forestal  porque había  mucha tierra virgen y los marimberos comenzaron a contratar gente para que talaran los bosques para sembrar marihuana, incluso sembraron grandes hectáreas de marihuana en las tierras del pueblo Kogi de Río Molino. Las  tierras  vírgenes  eran  apetecidas  por  los cultivadores de marihuana porque eran fértiles, eso no sucedía solamente con el cultivo de marihuana sino  con  cualquier  otro  cultivo que  se  vaya  a sembrar en esas tierras. Estas tierras eran productivas, y se necesita menos abono, menos insumos químicos. Las tierras vírgenes eran perseguidas por los cultivadores y la utilizaban muy poco, porque al cabo de dos años eran nuevas tumbas de bosques que se hacían, porque veían que la marihuana daba buena  producción en  esas tierras.  “(…).


En la medida en que caían extensas selvas  para  la siembra,  se habrían cientos  de caminos  que los conectaban con las áreas de producción” (Molano, 1988:20).  La  marihuana se sembró en tierras supuestamente desocupadas como fueron las de la reserva  forestal.  Los  mafiosos contrataban  a  la gente y los llevaban al sitio establecido donde se le daba la tierra y, se le daba alimentación para que

iniciaran el cultivo:

Cada mata de marihuana se sembraba a sesenta centímetros por un metro de surco a surco, en cada hueco  que  nosotros  hacíamos para  sembrar marihuana a veces nacían seis matas y teníamos que ralearla, nosotros utilizábamos una botella de plástico, se le hacía un hueco a la tapa y uno iba golpeando  lo  que saliera  o  caía en cada hueco después  que reventaban las  semillas salía bastantes matas, entonces dejábamos únicamente dos matas para luego censar entre la hembra y el macho, dejábamos la plantación hembra y unos machos regados en el cultivo. El mantenimiento del cultivo era fácil, el control de la maleza se hacía con  machetes,  siempre  tenía que  estar  muy limpiecitas para evitar las plagas, en ese entonces no se  utilizaban agroquímicos, todo  era manual (Entrevista de campo realizada en la Sierra Nevada de Santa Marta).

Los raspadores armaban ranchos que les servían de lugar de trabajo durante la raspada y el empaque de la yerba, después estos ranchos servían de caleta

mientras llegaba el momento de transportarla, los ranchos igualmente eran utilizados en las noches como dormitorios. Después de armar el rancho al siguiente día se comenzaba el corte, separaban la florescencia  de la  mata  hembra, que  era  lo que llamaban  el  desmoñe,  donde  se separaban  las semillas que servían para la próxima cosecha. La mata de marihuana era cortada y puesta en horquetas de madera que estaban clavadas en la tierra, las cuales eran sostenidas por largas hileras de varas en las cuales se enganchaban las matas ya cortadas. Alrededor de los cultivos de marihuana algunos colonos siempre se observaban grandes cantidades de pájaros  volando debido a que  las semillas de marihuana les servían de alimentos. El desperdicio de la mata como los tallos y las ramas eran arrumados en cantidad para echarle candela, debido que estos no lo compraban. A los tres días la marihuana  quedaba prensada  en sacos de papel, sólo en el momento de transportarla se envolvía en los sacos para evitar un posible  deterioro con la lluvia:

Uno se recogía hasta dos bultos y eso venía siendo cuatro arrobas de marihuana, eso se echaba con todo,  nosotros  raspábamos  la hoja  y lo  que  les quedaba en la mano lo echábamos en el saco, le pagaban a uno por un bulto mil quinientos pesos. Eso uno lo raspaba por día. La labor de prensado se hacía con unas prensas hidráulicas, ahí se necesitaban tres hombres, uno manejaba la prensa, uno sacaba la mercancía y otro sacaba los bloques y se empacaban en láminas de papel y unos plásticos. El cultivo de marihuana era de ellos, pero ellos se ganaban por quintal hasta doscientos mil pesos, en ese  tiempo  fue cuando  la gente  comenzaron  a comprar carros y le costaban un millón setecientos mil  pesos.  El que tenía  tres  o  cuatro  hectáreas sembrada  de  marihuana  ya  hablaba  de carros. Pero los que hablaban de carros eran los grandes mafiosos que tenían los grandes cultivos. En esos tiempos se cambiaba marihuana  por  armas, bestias, radios y escopetas, y a veces se secuestraban personas que no cumplían con el pago de la mercancía todo eso se daba entre los mismos cultivadores (Entrevista de campo realizada en la Sierra Nevada de Santa Marta).

En Guachaca, se dieron muchos problemas por la marihuana,  se hacían  robos y  por  estos robos mataron a mucha gente. Si alguien tenía cultivo o marihuana prensada eran denunciados a la policía y esto quitaba la mercancía y llegaba a las plantaciones a cobrar impuesto por hectárea sembrada, pero la  policía no  se  quedaba con  la  mercancía que incautaba, si no que se las daba a otro mafioso para que la vendiera. En Perico Aguado los marimberos hacían sus negocios en pleno pueblo, los policías tomaban trago  con  los marimberos  y  esto  ya  no era  un secreto para  la  gente,  cuando  los  marimberos querían sacar marihuana por el pueblo llegaban a la policía y ésta salía hacer patrullajes:

El comandante (sic) se los llevaba a patrullar para que nosotros los arrieros pudiéramos pasar con las mulas por todo el pueblo, y si había que pasar por otro sitio, entonces él se los llevaba para otro sitio, con tal de que el pueblo estuviera libre de policías para que nosotros pudiéramos pasar  con  la marihuana.  Recuerdo que la policía según los datos que nosotros teníamos ganaban más plata, la policía por mula que nosotros pasábamos cobraba un flete lo que quiere decir que si a nosotros nos pagaban nueve mil pesos por flete a la policía le pagaban  doce mil pesos por carga.  Ellos se paraban en el puente de Don Diego a contar mulas y  si pasaban  mil mulas ellos arreglaban con el mafioso (Entrevista  de campo realizada en la Sierra Nevada de Santa Marta).

La policía se volvió corrupta, según algunos pobladores esta recibía dinero de los mafiosos, los policías convencían  a los inspectores  del pueblo para que recibieran dinero y que dejaran pasar la marihuana y así no  tuvieran problemas  con  los mafiosos. La policía, según los pobladores “se llenó de dinero”.  “(…)  Las  autoridades  se  vieron comprometidas  por  la  doble naturaleza que les caracterizaba, su función legal y el exiguo presupuesto  que las  sostenía. Habida cuenta  con  el torrente de dinero  cualquier  posición oficial  era apetecible  porque  el soborno  supliera  lo  que  la nación negaba” (Molano, 1988:25).


Cuando  los colonos  percibían la llegada de  la policía  tenían que  volarse hacia la  troncal del Caribe, de lo contrario eran maltratados. A veces estos colonos se enfrentaban a la policía, recriminándole los atropellos y las injusticias. La policía según algunos colonos conocían donde estaban los grandes cultivos de marihuana. Pero no hacía nada, solamente se dedicaba a quitar  plata, los policías llegaban a la casa de algún colono y les incautaba las armas de fuego, los mismos policía se encargaban de vender las armas en Perico Aguado, donde los mismos colonos volvían y las compraban. Los más perjudicados y perseguidos eran los colonos que  tenían unas cuantas plantas de marihuana, cuando llegó la marihuana se les acabó la tranquilidad, por eso se tenían que armar reemplazando las viejas escopetas por modernas carabinas, con estas sí le podían responder a los mafiosos que les querían arrebatar sus tierras a punta de plomo.


Los sitios de embarques


Este  es  el  caso del  Parque  Tayrona  y  la  Sierra Nevada de Santa Marta representaron uno de  los grandes epicentros de embarque y producción de

marihuana durante la bonanza, prácticamente todas sus veredas y playas fueron utilizadas para cultivar y enviar marihuana a Estados Unidos. El río Don Diego, Buritaca y Guachaca, se convirtieron en vía fluvial  para bajar  marihuana. Por otro  lado, las bahías y ensenadas que  se encuentra estratégicamente situado en el Parque Tayrona fueron la puerta para tener acceso a otras playas, que en su momento fueron puertos y sitios predilectos para el embarque de contrabando y marihuana, por ejemplo, Playa del Muerto y Gairaca, lugares que, además de ser clave en los tiempos de los grandes embarques, aún hoy en día es el hogar de algunos testigos que recuerdan aquellos  tiempos  de buques,  sacos  repletos  de dólares y marihuana por montones.


La importancia de la zona norte de la Sierra Nevada y el Parque Tayrona se encuentra en su ubicación geográfica como puerta hacia el mar Caribe. Esto le brindó en el tiempo de la bonanza, la condición de espacio estratégico para los grandes embarques de marihuana. Este fue uno de los lugares idóneos para la exportación de  los cultivos que eran enviados hacia  los  Estados  Unidos  a través  de  grandes buques cargueros que atracaban en todas las playas, desde Cañaveral hasta río Don Diego. El hecho de que los cultivos de marihuana fueran sembrados en grandes  hectáreas de  la Sierra  Nevada de  Santa Marta, le otorgaba a este lugar una ventaja extra, ya que los procesos de producción y distribución  se encontraban  prácticamente unidos. Esta  cercanía entre las  montañas de  la Sierra  y las playas del Parque Tayrona reducía  considerablemente el recorrido  de un proceso a  otro, puesto que las distancias  del lugar  de producción  al lugar  de embarque eran muy  cortas, y  a pesar de que los caminos que llevaban de los cultivos a las zonas de embarque eran trochas, muchas veces improvisadas, nunca fueron un obstáculo para el proceso de embarcación y exportación.


En esas rutas ya existentes se establecieron las que la marihuana utilizó, sin embargo, en los lugares de sembradíos y en los  trayectos que  van desde los lugares  de  siembra  a  los lugares  de  embarque, muchas fueron las rutas nuevas que se generaron, además  del  mejoramiento que  se  les hizo  a  los senderos ya existentes, se abrieron muchos caminos y  trochas  con  el  único propósito  de  transportar cientos de  quintales de  marihuana.  Muchos describen como los caminos más estables que hoy día se usan para el  trasporte de personas entra la sierra y los centros urbanos, fueron creados por los marimberos que tenían la necesidad de transportar de la mejor y más rápida forma la marihuana hacia los sitios de embarque o de acopio.


Todas esas rutas que ya existían de manera precaria y que  comunicaban a la sierra con  los poblados circundantes a las carreteras principales, fueron anteriormente las rutas por las que se transportaba el café y los productos agrícolas que se cultivaban en la  sierra  nevada en  ese  entonces.  Todos  esos caminos que en algún momento le pertenecieron al trasporte de café, verduras y alimentos, se convirtieron en las autopistas exclusivas de la marihuana, fueron muchos los  lugares  que  se utilizaban simultáneamente para ese propósito. Prácticamente todos los senderos que bajaban de la Sierra Nevada de Santa Marta, que terminaban en una intersección o  muy  cercanos a  la  troncal  del Caribe,  fueron utilizados para el traslado de la marihuana, desde los lugares del cultivo hasta los centros de acopio y hasta los lugares de embarque.


Los territorios donde confluyen la Sierra Nevada de Santa Marta y las playas del parque Tayrona, eran considerados en ese tiempo como los lugares más codiciados para el tráfico de marimba, eran vistos como las rutas rápidas de embarque por la cercanía que existe entre la sierra y las costas. En esa zona las distancias entre los lugares de cultivo y los sitios de embarque eran considerablemente cortas, por esa razón la mayoría de las playas del parque Tayrona eran utilizados como puertos clandestinos, cerca de allí, partían decenas de cayucos cargados de marihuana  hasta mar abierto, donde aguardaban embarcaciones  más grandes, que llevaban  la mercancía rumbo a algunas islas deshabitadas  de las  Bahamas.  Descargaban  los  bultos  allí,  les colocaban una carpa encima para protegerlas  del clima,  y  al día  siguiente  una nave  de bandera norteamericana los recogía.


SECTOR DE LA ZONA BANANERA


No solo por el parque Tayrona bajaba la marihuana, otro de los lugares por donde baja la mercancía de forma masiva era por el perímetro que corresponde a lo que se conoce por la zona bananera, en donde colinda la sierra con la troncal y muchas veredas, lugares como San Pablo, Rio Frío, El Reposo, etc. también fueron considerados lugares estratégicos por  donde  el  flujo de  marihuana  era de  gran importancia.


Los embarques generalmente se llevaban a cabo en las noches; pero la noche no solo era aprovechada para  pasar  la  mercancía de  los  camiones  a  los bongós, también  era  la  hora  ideal  para hacer cualquier traspaso de un lugar de transporte a otro. En los sitios de donde bajaba la marihuana de la sierra, donde se  comunicaban las trochas de  los cerros con las carreteras principales, regularmente se encontraban estacionados camiones 600, esos camiones en ese entonces eran conocidos por el transporte de banano, ya que semanalmente en esos camiones  transportaban  centenares de  cajas  de banano hacia los mercados de los centros urbanos y hacia los puertos, sin embargo, en esos días estos camiones eran uno de los mecanismos de transporte para llevar la marihuana de las orillas de la sierra hasta los lugares de los embarques y a los centros de acopio.  Generalmente en los días  en los que ocurrirían los embarques siempre se estacionaban camiones de este tipo a los costados de la carretera, cerca de los senderos a la espera de que bajara la mercancía  que  venía por  los  caminos  serranos. Sobre esos senderos la marimba era transportada a veces en camioncitos Willis, en Jeeps o hasta en mulas al mismo tiempo. Un solo viaje de un camión 600 podía cargar lo que traían hasta 20 mulas, 8 camioncitos y como 5 Willis, cuando el camión ya se llenaba salía directamente al lugar de donde se iba a despachar el pedido. Estos camiones se utilizaban porque, además de su gran  capacidad  de  carga,  también se  podía disimular fácilmente la mercancía que contenían, ya que su uso constante como transportadores de banano evitaba que la gente se preguntara demasiado sobre su recurrente circulación, pues era muy normal ver el transitar esos camiones a cualquier hora, eso los convertía en elementos ideales para ese fin. Además  de eso, cuentan  que una  de las maneras que  se ingeniaban  para verdaderamente pasar desapercibidos, era colocar muchas manos de banano verde en la parte externa de la carrocería de los  camiones,  para  así  ocultar  el  contenido  del interior, que era obviamente cientos de bultos con la hierba.  De esa manera  las personas  veían, a  los camiones  repletos de  banano,  pero en  realidad estaban llenos de marihuana. A los choferes les encantaba este tipo de contratos porque según las versiones, en una sola noche se podían ganar  lo que se ganaban trabajando  en 6 meses trasportando banano. Sin embargo, no solo era en los camiones donde se podía transportar de manera  masiva  la  marihuana por  las  carreteras principales, pues ya casi al final de la bonanza hasta en los buses de pasajeros se transportaba la hierba camuflaba, había toda clase de compartimentos que les adjuntaban a los buses para así poder llevar la mercancía. Estos buses poseían cualquier número de compartimentos,  debajo del piso, también  les construían techos falsos con espacios huecos donde depositaban la marimba, todo las modificaciones fueron ingeniadas  para superar cualquier tipo  de requisa, de igual forma todo el mundo se hacía a la vista gorda, y aunque los pasajeros ya sabían que contenían  todos esos paquetes  que  abordaban, nadie decía una sola palabra.


Transando a la policía


Otro de los sucesos que constantemente se repiten en las versiones, es la forma en cómo se lograba llegar del lugar de donde bajaba la marimba hasta el sitio de embarque más cercano. En todo el presupuesto  que se  realizaba  en función  de  cubrir el trasporte de la mercancía, siempre había un monto destinado  exclusivamente para transar  como le llaman (sobornar) a todos los retenes de la policía que estuvieran en el camino, desde las orillas de la sierra  hasta  el  lugar del  embarque.  Siempre al responsable de un camión, bus, tracto mula u otra clase de vehículo que se dirigiera con la mercancía, le daban una gran cantidad de dinero para tal fin, el de sobornar. Así de esa manera se aseguraban de que las mismas autoridades permitieran el paso de los  vehículos con la  mercancía. Al momento  de iniciar el recorrido, el encargado del vehículo sabía más o menos cuantos retenes había de un tramo a otro, y con eso calculaban el porcentaje que debían invertir  para  aplacar  la  voluntad de  la  fuerza pública:


En el momento que se esparcían los rumores sobre el posible trasporte de un embarque de marihuana con grandes  proporciones,  se  podían aparecer  hasta veinte retenes de la policía, pero estos retenes no aparecían  de  forma  fortuita, dicen  que  entre  los mismos  policías  habían  quienes  se  encontraban involucrados  de lleno  en los  embarque  y hacían correr la voz para que la policía pudiera captar más dinero. Si un retén lograba interceptar a uno o varios camiones con marimba en los primeros 10kms del trayecto, al momento de recibir el soborno y liberar los vehículos, de inmediato informaban al otro retén para que  estuviera  pendiente del  mismo camión, para detenerlo nuevamente e intentar llevar a cabo una requisa y así poder cobrar también el soborno. Esa situación se repetía muchas veces de un trayecto a otro, dicen que los policías se aprovechaban de la situación, pero no se podían molestar ninguna de las partes porque al final el dinero alcanzaba para todos, ya que los dinero para los sobornos del cuerpo de policía hacían parte de los rubros como seguridad del transporte.


Lo que   recuerdan las personas es que durante  la  bonanza de  la marihuana,  muchos agentes de la policía no  salieron de pobres durante su servicio en Santa Marta:

Todos los suboficiales de la policía y del ejército  que  yo  conozco  el  noventa  por  ciento estuvo involucrado en el  negocio de  la marihuana, aquí hubo muchos policías y militares que salieron ricos de Santa Marta, por esa época el papá de la cantante Marbel era policía aquí en Santa Marta y él hizo billete con la  marihuana (Entrevista realizada en Santa Marta, 2011). 

Los recuerdos   de aquellas personas que vivieron aquella época, manifiestan que   en ocasiones les pagaban a los policías para que les custodiara los camiones de marihuana hasta las pistas clandestinas. Los policías  ayudaban a cargar la marihuana en los camiones, y hacían los viajes en la parte de atrás para garantizar que no los molestaran. Cuentan  que los vehículos de la Policía sirvieron para transportar la yerba hasta los puertos  de embarques  y pistas clandestinas. Dentro de lo relatos orales se menciona que las relaciones entre policías y marimberos fueron  fraternales, es tan así que ambos celebraban el “corone” de un embarque con whisky.


La marihuana y la economía de Santa Marta


Todos  los personajes entrevistados comparten  la noción de recordar el tiempo de la marimba con añoranza, como en toda bonanza quedan muchos recuerdos siempre afirmaban, no poseen ninguna connotación negativa de lo que  ahí se  realizó,  a parte  de  las  muertes  que  por  los conflictos  se generaban, por traiciones y demás. Por  otro lado  siempre  resaltaron las  inversiones sociales que se llevaron a cabo gracias a la plata de la marihuana, lo que siempre repiten es la pavimentación  de  muchas de  las  calles  de las  ciudad  y veredas involucradas en los hechos de la marimba, así como la creación de parque, e inclusive mucha ayuda para los colegios, comentaron casos en los que los insumos de muchos colegios, tanto públicos como privados eran comprados con dineros de la marimba, también se construyeron infraestructura. La gente lo recuerda como las regalías que dejaba la marihuana, hasta hacen el paralelo con lo que hoy una bonanza legal está haciendo en esta región, la bonanza  del carbón como  la llamaron  algunos entrevistados, esa es también una bonanza según ellos, pero una bonanza legal, que también deja sus daños,  al ambiente  y a  la  salud como dice  el siguiente  entrevistado:

“nadie  dice  nada,  esas regalías ni se ven, en cambio con la marihuana se veía que la plata llegaba a los colegios y eso era por voluntad de los marimberos que donaban muchos materiales, máquinas de escribir, libretas y hasta uniformes para los alumnos (entrevista de campo realizada en Santa Marta, 2011).

Muchos recuerdan que en, el gobierno de Alfonso López Michelsen, los marimberos se beneficiaron debido a que el gobierno modificó el régimen de control  de  divisas y  autoriza al  Banco  de  la República para comprar dólares sin preguntar su origen, hecho denominado peyorativamente como ‘La  ventanilla  siniestra’  (Castillo,  1987).  En  la sucursal  del  Banco  de  la  República  y  demás bancos de la ciudad se hacían largas filas desde la madrugada para cambiar dólares. De esta forma los marimberos legalizaron todo el dinero proveniente del tráfico  de la yerba. Al legalizar el  dinero la economía de Santa Marta se  nutrió. Los negocios como  las  construcciones  de  finca  raíz, los arrendamientos  de  vehículos,  los almacenes  de ropa, joyería, muebles, electrodomésticos, bares y las cajas de cambio repuntaron en ganancias para esa época. “La familia Suárez Arregoces llegaron a tener negocios como luces de parís y   la caja de cambio  el  dólar” (entrevista  realizada  en  Santa Marta,  2011). 


Muchas personas  de Santa  Marta recuerdan que  los  marimberos  de  la  época le gustaban las mujeres y gastaban mucho dinero en los bares, es tanto que en Santa Marta en la época de  la bonanza  marimbera  se construyeron  un sinnúmero de de bares, para saciar  los caprichos y excentricidades de los marimberos:

En ese tiempo funcionaban distintos bares en la ciudad  como  el  arbolito, luces  de  parís, Mozambique, la bola roja y el carlín. En ese tiempo los contrabandistas y marimberos traían cajas de whisky Black and White, que era lo mejor que se tomaba en ese tiempo, lo bares vendían ese whisky a 300 pesos (entrevista realizada en Santa Marta, 2011).

Los marimberos de aquella época no solo gastaron dinero con las mujeres en los bares, las mujeres de los marimberos fueron las clientas preferidas de las boutiques más exclusivas de Bogotá, Barranquilla y  Miami,  a esta  última  ciudad viajaban  en  sus avionetas privadas. La ropa costosa se convirtió en objeto de competencia. Despampanantes trajes y espléndidas  joyas  costosas  reposaban en  los armarios y  los closet de las casas de un marimbero.


Los  familiares de  los guajiros marimberos comenzaron a frecuentar los clubes y discotecas donde se reunía la elite samaria y fueron aceptados:

Juan Alvarado Ribadeneira involucró a su hermano menor en la sociedad samaria para conseguir contactos para que lo involucraran en el negocio de la marihuana, su hermano menor trabajo como gigoló se compraba ropa de marca y andaba con mujeres y pelaos de la alta sociedad. El hermano de Juan Alvarado andaba con el hijo Eduardo Dávila en el club Santa Marta (Entrevista realizada en Santa Marta, 2011).

Otros marimberos comenzaron a construir espléndidas casas en el barrio Jardín, Libertador, Bavaria, construyeron hoteles en el Rodadero y Pozos Colorado y adquirieron fabulosas mansiones en Barranquilla. A esos lugares se trasladaban con sus familias. Era tanto la explosión de dinero que un marimbero le puso precio a la casa de un ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia, le compro la casa por $20 millones, cuando su valor no superaba los $5 millones (Castillo, 1987). Como se dijo anteriormente los marimberos compraban todas las casas que se les apetecía, un ejemplo de esto lo dio “Lucho Barranquilla”, quien compró la casa en la que funcionaba el Departamento Administrativo de Seguridad DAS, sólo para tener el placer de lanzar judicialmente a los detectives que osaron perseguirlo en alguna ocasión (Castillo,1987). De lo anterior se puede decir que el desbordamiento de los marimberos por adquirir bienes raíces e inmuebles también género una especulación en los artículos de la canasta familiar que se dispararon hasta las nubes, y que quedaron “a precio de marimbero”:

Ellos cambiaron la economía, los marimberos fueron los que pusieron la vida dura porque ellos a todo le ponían precio entonces fueron encareciendo las vainas, tu antes ibas a la playa y un pescado que antes lo regalaban que era el sable o a veces lo regresaban al mar, pero después lo vendían ya que ellos sin que le dijeran cuanto valía el pescado, le decían al pescador de te doy tanto por ese pescado, entonces a ese pescador se le abrían las agallas y ya no te vendía el pescado a ti por ser pobre sino que te lo vendía a como se lo vendió al marimbero y uno pobre donde iba a tener dinero para comprar ese pescado. Lo que si les digo es que la vida se encareció fue de 1977 para acá (Entrevista realizada en Santa Marta, 2011)

El dinero de la yerba dio para todo. Los marimberos hicieron importantes contribuciones para los colegios y las personas enfermas. Algunos marimberos se volvieron benefactores de la gente pobre de los barrios donde residían y comenzaban a regalar dinero, y pagar formulas médicas, con tal de que las personas les avisaran de algún peligro:

Luis Pérez Quesada (lucho Barranquilla), nunca en Santa Marta se le vio con un revólver, él ayudaba a todo el mundo y se sabía que él estaba metido en ese delito y la policía lo sabía pero no le hacía nada porque le acolitaban, todos sus negocios estaban frente del colegio de la policía que está en el barrio los Almendros, él ayudaba al colegio de la policía a los pelaos les daba aguinaldo en diciembre y el que fuera con una fórmula médica a su casa él lo ayudaba (Entrevista realizada en Santa Marta, 2011).

La gente de Santa Marta se benefició de los marimberos, en su afán de conseguir dinero, les pedían trabajo ya fuera de pistoleros o cuidadores de caleta, para esa época en Santa Marta se creó una casa de abogados prestigiosos que le servían a los marimberos, para muchos entrevistados el interés de los abogados era buscar el respaldo y beneficios de los marimberos:

De la época que le estoy contando aquí las condenas no eran tan altas, porque habían abogados que les pesaba la cola, uno de ellos era el papá de Miguel Pinedo Vidal, había también otro abogado que era de origen guajiro y homosexual que se llamaba Rafael Pensó, eso eran los abogados penalistas más influyentes para esa época, el juicio que ellos cogieran lo ganaban (Entrevista realizada en Santa Marta, 2011).

En la época de la bonanza marimbera las personas de Santa Marta recuerdan las parrandas y las fiestas que se volvieron interminables, algunos manifiestan que las parrandas podían durar hasta cinco días, la bonanza marimbera género unos modos económicos para las personas que integraban agrupaciones de música vallenata. A las fiestas de los marimberos llegaban los mejores conjuntos vallenatos del momento. Algunos conjuntos de música vallenata se beneficiaron de los marimberos, debido a que era la música que escuchaban los guajiros, hasta las personas que asistían a las fiestas se beneficiaban debido a que el marimbero en su borrachera de festejo regalaba dinero en medio de la fiesta:

Se traían al Binomio de Oro, Diomedes Díaz, Los Zuletas, las fiestas duraban hasta tres días, en las fiestas “maracas” les regalaba dinero a los cantantes para que le compusieran versos y a los asistentes les regalaba whisky y dinero para que lo acompañaran en el festejo, antes de comenzar una fiesta “maracas” echaban tiros al aire, sino se echaba tiros no se podía comenzar la fiesta, él comenzaba las parrandas y las dejaba tiradas porque se iba para donde las otras mujeres (Entrevista realizada en Santa Marta, 2011).

Los guajiros marimberos sentían un gusto por la música vallenata, esto permitió mejorar la calidad de vida de gran parte de los conjuntos vallenatos que estaban en el medio local y regional. Los marimberos les pagaban bien los toques y parrandas en ocasiones algunos le obsequiaban vehículos, electrodomésticos y ganado a los músicos como se verá a continuación.

Canciones de la "bonanza marimbera": Las huellas de una época de violencia en la música vallenata.

La bonanza de la marihuana marcó una época en el plano local, regional y nacional, generando profundas transformaciones en los ámbitos político, social y económico en el Caribe colombiano. En términos generales, este periodo se caracterizó por las excentricidades de los marimberos, su influencia en los ámbitos político y económico y los conflictos internos como la guerra de dos familias guajiras, Cárdenas y Valdeblánquez, que dejó una estela de violencia por el territorio regional. En este caso, abordaremos las influencias de la bonanza con la cultura popular, a partir del análisis de tres canciones vallenata. Algunos estudios han abordado las relaciones de este tipo de música con la bonanza (Britto 2008, Castillo 2007, Cervantes 1980), destacando la práctica de la payola o comisiones en dinero o en especies a compositores e intérpretes a cambio de figuración en las letras, apoyo económico en la difusión, pagando a locutores para que posicionaran las canciones en los primeros lugares de las listas de popularidad o las relaciones de amistad (y admiración) de compositores con marimberos.


Se han escogido las canciones Soy Guajiro (1977), Lluvia de verano (1978) y Mi proclama (1981) por ser expresiones musicales que representan la compleja realidad social que caracterizó las décadas del setenta y ochenta, y que contribuyeron a reafirmar el imaginario del marimbero en la cultura popular, así como justificar o cuestionar las prácticas asociadas a la bonanza.

Igualmente, los versos de las canciones se constituyen en testimonios de una época, conjugando la ficción y la realidad en la creación de historias y mención de personajes reconocidos. Además, al considerar las letras de las canciones como obras literarias ampliamos las lecturas posibles en la relación arte y realidad, pues las canciones se constituyen en vehículos expresivos de una visión de mundo.

Soy Guajiro, una queja

La primera canción es Soy Guajiro del año 1977, interpretada por los Hermanos Zuleta en el álbum El Cóndor Legendario. El compositor es Julio Oñate Martínez. En apariencia, la letra no guarda ninguna relación explícita con la bonanza, en cambio, se trata de una reafirmación en términos de identidad regional y nacional,

“soy guajiro,

soy guajiro

y vivo orgulloso

de mi región...”

“y aunque olvidado

quiero mucho a mi tierra,

soy colombiano de pura cepa”.

La identidad reivindicada tiene un trasfondo instrumental que en la primera estrofa toma la forma de un reclamo en el plano nacional, cuyas raíces se ubican en el departamento de La Guajira:


Yo soy guajiro,

yo soy guajiro

Y vivo orgulloso

de mi región

Que sólo olvido,

que sólo olvido

Ha tenido de la nación

La segunda y tercera estrofas apelan a rasgos culturales y naturales para acentuar el énfasis de la identidad regional. De esta manera, palabras como tierra, sol, paz, amor, descendiente, gente, raza, bravía, macho y desafía dibujan un escenario bucólico donde el honor y el orgullo configuran una parte clave de la identidad

Soy de la tierra,

soy de la tierra

En donde nace el sol

Y donde se han perdido

en la arena Bellas historias

de paz y amor

Soy descendiente,

soy descendiente

De gente noble

y raza bravía

Que alza la frente,

Que alza la frente

cuando otro macho lo desafía

En las dos últimas estrofas el reclamo es retomado en dos dimensiones, por un lado, se justifica el orden de cosas debido al olvido y abandono del Estado, es decir, las críticas y los señalamientos de la sociedad son injustos porque del Estado no han recibido nada, entonces, si bien no es explícito en qué consisten las críticas, el texto da a entender que hay un estilo de vida que es considerado ilegal:

Hoy me critican

y hasta señala la sociedad

Pero se olvidan

que el que reparte

Nunca a mi tierra le ha dado na’

Luego, el reclamo cobra un tono esperanzador y, a la vez, pesimista:


Vivo esperando ese mañana

que no vendrá

La redención yo vivo anhelando

Pa’ mis hermanos que están allá

Esta queja vallenata podría interpretarse en términos de la pobreza y el atraso económico que vivió (y aún vive) la península de La Guajira. Durante muchos años, La Guajira fue un departamento con problemas económicos, equiparado al Chocó. Sólo hasta la década del sesenta se presentó un repunte en las actividades agropecuarias (ganadería, principalmente) y comerciales (Meisel, 2007: 31), al que se le agregó años después los recursos provenientes de las regalías generadas por la explotación carbonera. Pero fue precisamente el comercio el que mayor empuje le dio a esta región, destacándose el contrabando debido a su posición geográfica que permitía los embarcaderos por los que entraban y salían productos a las islas del Caribe, principalmente Curazao y Aruba. Y dentro del contrabando, sobresalió el tráfico de marihuana a los Estados Unidos desde los setenta. Así que la canción podemos ubicarla dentro del contexto histórico que generó la bonanza.


Ahora bien, un punto clave que expone su relación con la época es el fraseo que hace el cantante, luego del primer coro:


“Compadre Hernán Salas

vamos pa’l Pájaro

a comer caracol”.


Es aquí donde encontramos la relación directa con la bonanza, pues Hernán Salas fue un conocido marimbero guajiro y el Pájaro fue un embarcadero utilizado para la exportación de la marihuana. La invitación es, por tanto, un guiño a la bonanza, tal como lo expone Silvana Brito en su tesis de maestría Contrabandistas, marimberos y parranderos: región y nación durante la bonanza de la marihuana en la Guajira.


En el momento mismo en que las clases populares rurales y urbanas irrumpieron masivamente en las redes de tráfico de marihuana durante la fase de apogeo a mediados de los 70, los aires musicales locales conocidos bajo el genérico de vallenato entraron a hacer parte esencial del ciclo marimbero... Cada operación exitosamente concluida era finiquitada con una parranda de varios días en la que los invitados titulares, generalmente varones involucrados de alguna forma en el negocio o emparentados con quienes lo estaban y sus acompañantes, disfrutaban de abundante comida y bebida preparada por sus mujeres y trabajadores domésticos y música vallenata interpretada en vivo por varios intérpretes de la región (2008: 107).


Lluvia de verano y Lisímaco Peralta


La relación de los marimberos con la música vallenata debe verse también en el flujo contrario, es decir, no se trataba solamente del gusto musical de un grupo de hombres dedicados al tráfico de la marihuana, sino también de cómo ellos eran percibidos por la sociedad y justificados por el contexto social y político de la región. Esto debido a que el contrabando era una actividad económica arraigada en la costumbre y la tradición de sus habitantes, por lo que en sus inicios el cultivo y tráfico de marihuana no fue pensado en términos de ilegalidad sino en consonancia con el contrabando. Según Brito, la segunda etapa de la bonanza corresponde a los años 1974 a 1978 –en esta etapa se ubican las canciones Soy Guajiro y Lluvia de verano-, en este lapso es creada la primera variedad local tipo exportación, la Santa Marta Gold, convirtiéndose en la principal fuente de trabajo.


Fue esta nueva generación la que durante los años de auge recibió el nombre de “culo puyú [aguijón]”, por su extendida costumbre de portar armas visiblemente en la parte de atrás de sus pantalones y provenir de una clase social inferior, urbana o rural, con escasa o ninguna educación, deslumbrados por el éxito comercial de sus antecesores y ansiosos de adquirirlo prontamente y exhibirlo vistosamente (2008: 82).

En relación con este marimbero que se proyecta como un nuevo rico, encontramos la segunda canción Lluvia de verano, del año 1978, interpretada por Diomedes Díaz con el acordeón de Juancho Roys, del álbum La locura y compuesta por Hernando Marín Lacouture, reconocido cantautor guajiro que se caracterizó por crear composiciones contestatarias o de protesta, entre las que se destacan: Los Maestros, La ley del embudo y La Dama Guajira. En esta última canción expone su visión de mundo y manifiesta su inconformidad frente al abandono gubernamental, además de exaltar la geografía, economía y carácter social del departamento (Ariza, 2004: 77), elementos que coinciden con Soy Guajiro. En Lluvia de verano hay una alusión directa a un marimbero de la región en el estribillo final:


Tengo talla de hombre mujeriego

tengo talla de hombre mujeriego

como Lisímaco Peralta

voy a cambiar de comedero

Lisímaco Antonio Peralta Pinedo, nacido en 1944 en el corregimiento Las Flores del municipio de Riohacha, entró al negocio de la marihuana a mediados de los setenta, “primero como transportador de las fincas a los puertos y pistas de aterrizaje clandestinas y luego como comprador de cosechas que él mismo embarcaba. De esa forma hizo una pequeña fortuna, invirtió en propiedades y se estableció en Santa Marta” (González, 2011). Este marimbero fue asesinado en una parranda vallenata en Las Flores, después de escuchar por primera vez la canción compuesta en su honor, interpretado por el propio Diomedes Díaz. En la crónica Lisímaco Peralta: una canción y 44 balazos (2011), publicada por El Heraldo, se reconstruye la historia de la canción Lluvia de verano, el autor expone la relación entre el compositor y el marimbero, caracterizada por la amistad y la admiración:

Por esa época conoció a Hernando Marín, famoso juglar del folclor vallenato, bohemio y aventurero, a quien invitó a finales de 1977 a una parranda en su casa en Santa Marta. Luego de tres días de whisky, Lisímaco convidó al compositor a que lo acompañara a La Guajira a ojear una caleta de marihuana que estaba próxima a embarcarse. En medio del monte guajiro, sentados sobre pacas de yerba, Lisímaco Peralta le narró a Hernando Marín la historia de su vida, la pobreza que golpeó a su familia, y las dificultades y penurias que lo acompañaron por muchos años, hasta que por fin, gracias a la marihuana, había logrado cambiar de situación. También le contó de sus sueños de infancia y de sus triunfos y derrotas amorosas. El artista, conmovido por el relato, le tarareó los primeros versos de aquella canción, que se convertiría en todo un clásico de la música vallenata (González, 2011).


En la primera estrofa, las fuerzas de la naturaleza se constituyen en elementos purificadores o sanadores, es el caso del viento huracanado y de las lluvias de verano. Se habla de un presente idílico en el coro: “canto, río, sueño y vivo alegre”, antecedido por un pasado tormentoso que ya quedó atrás y si regresa en forma de recuerdos, no hacen daño porque son como las lluvias de verano, impetuosas y breves:

Ya no tengo ni penas ni sufrimientos

ya se fueron como el viento huracanado

y las penas que me ardían dentro del pecho de penas

y sufrimientos se acabaron

ya no quedan ni siquiera

los recuerdos

y si llegan ya son lluvias de verano.

En la siguiente estrofa, sobresalen la experiencia, la valentía y el orgullo, aspectos asociados al hombre:


Aprendí en el diccionario de la vida

a conocer la mentira de la gente

menos mal que yo he sido

un hombre valiente

que aunque sangre

no me duelen las heridas

porque tengo mi experiencia conseguida

mantendré siempre levantada la frente

La tercera estrofa continúa con la imagen poética de la lluvia de verano, relacionada con la vivencia y el amor. En primer lugar, se hace explícita la relación entre este tipo de lluvia y los malos tiempos, se define aquella como un reflejo de este y se valora su existencia en tanto que ofrece lo vital: el agua en tiempo de escasez. En segundo lugar, se utiliza en términos metafóricos para señalar la naturaleza de las mujeres que lo dejaron, en quienes descarga la responsabilidad de la ruptura amorosa.

Las lluvias del verano no son frecuentes son carrizos que refleja el tiempo malo y si vuelve una de las que me dejaron reconcilio por qué no, si soy valiente que no digan las mujeres que soy malo malas ellas que buscan su mala suerte

El coro resume el ambiente de esta época en el que las convenciones sociales fueron transformadas por la dinámica del prestigio y el dinero. El tono orgulloso con que se canta “al que le duela, que le duela, si se queja es porque le duele” expresa el desdén por las críticas y cuestionamientos -tal como lo señala la canción Soy Guajiro-, cuyas causas se encuentran en el imaginario social que caracterizó al marimbero, vinculado además a la construcción de la identidad masculina en la región. Al respecto, Brito (2008) afirma lo siguiente:

Recordada y contada como una actividad netamente masculina, la bonanza marimbera ha sido considerada como una historia local que poco tiene qué decir sobre la nación colombiana. En Riohacha, capital del departamento de La Guajira, junto a Barranquilla el mayor epicentro urbano del boom, muy pocas cosas quedaron de aquellos años de auge, lo único que sobrevive en abundancia son las miles de historias en las que varones guajiros derrochadores, impulsivos, vistosos, ruidosos y no pocas veces violentos protagonizan episodios que a la distancia suenan a ficción. Forjada por medio de canciones, chismes, cuentos y bromas en las que vergüenza y orgullo se mezclan inseparables, esta identidad masculina llegó a consolidarse regionalmente, en el territorio del viejo Gran Magdalena, al paso de la actividad ilegal, alcanzando en la figura del comerciante de marihuana, reconocido por otros bajo el apelativo de marimbero, su modelo social ( 17).

La canción concluye con los versos señalados arriba en los que se asume con orgullo tener la apariencia de un hombre mujeriego y compararse con Lisímaco Peralta, quien cambió de comedero. Al respecto, afirma González (2011) que la expresión hace referencia a la ruptura de una relación amorosa, en la que no sólo se produce una pérdida sentimental sino que, además, se cambia de lugar de interacción romántica. El comedero representa, entonces, el hogar de la mujer, sea la esposa, la novia o la amante (querida), vinculado culturalmente a la comida y las demás atenciones de la mujer hacia el hombre.


Ver también: la muerte de Lisímaco

Mi proclama, la súplica de una esperanza

Por último, la tercera canción es Mi proclama, grabada en 1981 por Adaníes Díaz y Héctor Zuleta, del álbum Pico y Espuela. El compositor es Romualdo Brito. Esta canción no tuvo igual resonancia de las dos anteriores, pero es pertinente considerar su letra porque manifiesta otro momento histórico dentro de la bonanza. Según Brito, el tercer ciclo se ubica entre 1978 y mediados de la década del ochenta.

En este lapso el declive fue evidente debido en parte al crecimiento de la competencia por una nueva ola migratoria causada por la apertura de la Troncal del Caribe, la irrupción de la cocaína como una alternativa más rentable y la guerra contra las drogas emprendida por el gobierno nacional (2011: 97). De la admiración y tributo que las dos cancio- nes analizadas condensan en sus letras por el imaginario del marimbero orgulloso y valiente, de la justificación de una actividad económica ilegal y sus prácticas sociales pasamos ahora a la indigna- ción que nace de la violencia desatada en el territorio regional. A partir de dos interrogantes que interpelan a un pueblo, la primera estrofa toma la forma de una súplica, apelando al llanto de las madres y el temor de los niños huérfanos:

Pueblo mío

¿por qué te quieres acabar?

Porque eres ciego no te das cuenta

¿Por qué no tratas de recapacitar?

Te está acabando

tanta violencia

Te suplico

por esas madres que lloran

Que su pena y su dolor

parten el alma

Por esos niños

que viven en zozobra

Porque ya no existe

aquel que la ayudaba.

El estribillo “Luchemos todos por nuestra gloria, si no mi pueblo se acaba” alude a la consciencia colectiva como estrategia de solución, seguida por una estrofa que reconoce en el odio el origen de la violencia y que sensibiliza a través de la fraternidad –vinculado al rol masculino- y la esperanza –asociada a lo femenino:

Deja el odio que ciega tu corazón

Y te conduce por mal camino

Apartemos nuestro pueblo

del dolor Seamos humanos,

seamos amigos

Que de nuevo

nuestras mujeres sonrientes

Luzcan flores rojas

en su caballera

Y brille más limpio el sol

en el oriente

Ya veremos que así

la vida es más bella

En la última estrofa, se acentúa el valor de la proclama soportada en la esperanza y se invoca un elemento religioso de fuerte raigambre cultural –“virgencita de mi pueblo”-, que resulta el deposi- tario de la súplica. Entonces, se presenta un cambio de recepción, en un primer momento se interpela al pueblo, invitando a la reflexión, y luego se ruega a la Virgen y su carácter milagroso para levantar la dignidad del pueblo, haciendo manifiesta los alcances de la violencia: 

Mi proclama tiene la buena intención

Y la esperanza de que algún día

Arranquemos de nuestras almas

el rencor

Y hacer más grande

la tierra mía

Virgencita de mi pueblo,

yo te imploro

Tú que eres tan milagrosa,

santa y buena

Ayuda en mi pueblo

que se hunde en el lodo

En un mundo que lo humilla

y lo condena

En el texto “Romualdo Brito, vivencias de un compositor vallenato”, el autor describe la situación que envuelve la letra de la canción Mi proclama:

Pueblo mío, ¿por qué te quieres acabar o es que eres ciego, no te das cuenta?, así inicia Romualdo su proclama por la Guajira en los años 79-80, cuando se profundizó la bonanza marimbera, que dejó entre los mismos guajiros una serie de personas muertas que logró desencadenar otras tragedias en los departamentos vecinos, especial- mente el Magdalena, Cesar y Atlántico [...] Por eso, entre los años 77 al 79, desgraciadamente, la región presentó un alto índice de criminalidad entre las personas que contrataban para las labores del cultivo, cuido y transporte de la marihuana; exponiendo su tranquilidad ante las autoridades que perseguían a quienes tenían nexos con la maldita hierba y cuyo pago era tres tiros en su humilde cuerpo (Fernández 1999, citado en Castillo 2007: 83).

En la descripción aparecen otros personajes, aparte del marimbero, que también participaron de los procesos de cultivo y tráfico de la marihuana, sin embargo, no trascendieron al imaginario colectivo, pues fue el marimbero la figura que obnubiló la percepción social, debido a su poder local y excentricidades. Así que los hombres que trabaja- ron cultivando, recogiendo, cuidando y transpor- tando la hierba fueron ignorados en las composi- ciones vallenata, aunque alimentaron las estadísti- cas de la violencia. Al parecer, la bonanza que inspiró el imaginario colectivo, alimentada por la cultura popular, fue un espejismo que alimentó las ilusiones de gente de origen humilde que se conectó al negocio como recolector o peón de los capos de la hierba, ya que las grandes fortunas y bienes pasaron a manos de otras familias poderosas de la época (Castillo, 2007).

Todo llega a su final

Los marimberos samarios son conscientes de que los guajiros no fueron los únicos responsables del final de la bonanza, hay muchos factores que ellos reconocen y que recuerdan como las causas del final. El cambio del cuerpo de la policía es otra de esas causas, ya que hubo un momento en el que comenzaron a rotar de forma más periódica a los miembros de la fuerza, porque si los policías permanecían mucho tiempo en un mismo comando dentro de los territorios en donde se comerciaba con marihuana siempre terminaban teniendo nexos con los marimberos. Así mismo influyó mucho la intervención de las fuerzas especializadas en casos de narcóticos y el aumento de los controles en los puertos marítimos, tanto en Colombia como en los Estados Unidos. Entre 1978 a 1982 la fuerte represión sobre la producción de la marihuana en la Sierra Nevada de Santa, iniciada por el gobierno de Turbay Ayala, provocó una locura entre los marimberos.

Al final de la bonanza dentro de los espacios de producción por el incumplimiento de pagos de algunos intermediarios mayoristas. Los campesinos fiaban la marihuana, luego los engañaban, asegurándoles que la mercancía había sido decomisada, en el peor de los casos eran asesinados para no pagarles el dinero. Para la época de la crisis los marimberos guajiros comenzaron asesinar a personas del interior del país que se habían internado en la Sierra, buscando fortuna y un mejor futuro, los guajiros comisionistas muchas veces acusaban a las personas del interior del país como informante la policía o un organismo de inteligencia. En la troncal del Caribe, lo que corresponde al corregimiento de Guachaca los guajiros efectuaron masacres contra estas personas con el fin de no pagarles el dinero:

Yo trabaje por los lados de Quebrada el Sol una cabuya de marihuana, con unos cachacos, a nosotros nos pagaron ese día, nosotros trabajamos para el viejo. Llegaron los comisionistas y nos pagaron y esos pelaos cuando se sintieron el bolsillo lleno de billete les dio una alegría que se sentían dueño de todos. Yo sentí algo malicioso cuando los comisionistas se fueron, me dije entre mi mismo aquí va a pasar algo, así que decidí irme, apreté la paca de billete que me dieron y salí apresurado te digo que los trancones que yo daba eran como de dos metros y me aleje rápido de la caleta, en eso escuche voces, venia gente por ese camino, ese camino no era transitable y solo lo conocíamos nosotros, así que me salí del camino y me escondí y vi a la gente que se dirigía hacia la caleta era la gente del viejo. Cuando estaban lejos y no se escuchaban las voces salí, entonces fue cuando escuche el tiroteo y la gritería por los lados de la caleta, enseguida me echo a correr por esa trocha y pare fue en mi casa ahí le dije a mi mamá que no durmiéramos esa noche en la casa. Al día siguiente iban una fila de mula cargando con los muertos, y te digo que en cada mula iban hasta dos muertos (Entrevista de campo en la Sierra Nevada de Santa Marta).

Estas retaliaciones en contra de personas del interior del país, agravó más la situación, el desespero de muchos marimberos por obtener marihuana para exportar hizo se conformaran grupos de asaltantes de caletas, que marihuana, asesinaban a sus vigilantes, se robaban la mercancía y la vendían en otras zonas, muchos marimberos para no dejarse robar la marihuana en los sitios de producción adquirieran modernos arsenales, esto dió a lugar para que los familiares, ahijados y amigos, entraran a responder por el negocio, mucho de los cuales terminaron siendo guarda espaldas y sicarios.

Estos mismos familiares conformaron cuadrillas de pistoleros para custodiar la marihuana, incluso, las mismas autoridades se asociaron con estos grupos de pistoleros. “La policía se echaba tiros con la aduana, los servicios secretos disparaban contra los otros servicios secretos porque estos comenzaron a custodiar los cargamentos de marihuana de los mafiosos y así surgieron los combos” (Molano, 1988:26). De todo esto “(...) Surgió la ley del más fuerte la violencia se enseñoreo del negocio y precedió todas las relaciones que la hacían posible. Miles de muertos fueron enterrados y tirado en los ríos que bajan de la nevada” (Molano,1988:26).


En muchas ocasiones estos grupos también se dedicaron asaltar a marimberos que coronaban los embarques, uno de estos caso fue el de una familia que fue pionera en la colonización del río Don Diego que fue aniquilada totalmente por asaltantes con el fin de quitarles el dinero que habían coronado en un envío:

La siembra de marihuana en la reserva forestal eran en cantidades, inclusive a mi me invitó un cuñado a sembrar marihuana a la vereda El Vaticano precisamente por la frijolera, a nosotros nos daban la alimentación para sembrar marihuana el patrón mío era un valluno, al lado estaba un señor de apellido Alonso, ‘el señor Alonso había coronado un embarque de marihuana, por cuatro millones de pesos, el viejo armo a los familiares de la mujer con fusil M-1, el señor Alonso ese día compró botellas de whisky y se fueron a celebrar a la finca. A nosotros nos invitaron a esa celebración, pero no quisimos ir, porque el patrón esa noche venía a traernos comida, nosotros teníamos una botella de ron caña y, nos pasamos bebiendo como hasta la diez de la noche, a eso de diez y media sentimos una ráfaga de disparo, yo le dije a uno de los compañeros, que si había escuchado los tiros y él me contestó que sí, pero que no me preocupara que seguramente estaban celebrando la coronada del embarque de marihuana. Pero los disparos siguieron sonando y comenzamos a escuchar gritos, yo me tire de la hamaca y le dije al compañero, que saliéramos del campamento para ver qué era lo que estaba sucediendo, el me dijo que no, que mejor no escondiéramos, así fue, nosotros rodamos por un abismo, ya que El Vaticano, es abismos por todos lados. Así que nos escondimos, como a las once y media de la noche sonó la última ráfaga de disparo. Nosotros pasamos toda la noche en ese abismo y eso los mosquitos nos dieron chuzo (sic) toda la noche. Esperamos que amaneciera y como a las seis de la mañana, fuimos a ver qué paso, cuando llegamos encontramos a toda la familia Alonso muerta y todos estaban hechos picadillos, te digo que eso daba ganas de vomitar, tú sabes que es ver veinte muertos hechos picadillos. A nosotros nos toco enterrar a toda esa gente y todavía están enterrados allá (Entrevista de campo en la Sierra Nevada de Santa Marta).

Sin embargo además de la gran cantidad de violencia y matanzas que se realizaron al final de la bonanza, el factor que más se ha repetido en las diferentes versiones fueron las anomalías que empezaron a ocurrir en el proceso de exportación de la marihuana. Esta versión relata cómo los clientes gringos desde siempre habían comprado la marihuana prensada, debido a que de esa manera resultaba mucho más fácil transportar la mercancía, por ahorro de espacio y por una mayor cantidad en cada embarque, sin embargo tiempo después esos mismo clientes comenzaron a pedir la mercancía sin prensar. Dicho cambio en la forma de exportación no agradó mucho a los marimberos nacionales, ya que por cada embarque disminuía la cantidad de bultos a enviar y por consiguiente bajaron un poco las ganancias por embarque, pero a pesar de eso las exportaciones seguían normalmente.

Luego apareció otra petición por parte de los gringos nuevamente, ahora se trataba de su insistencia en incluir las semillas de la planta. Esta última petición dió a entender a los marimberos nacionales que lo que buscaban desde el principio era la semilla, ya que cuando la mercancía se prensaba la semilla se echaba a perder. Todo ese interés era porque querían utilizar la semilla de la marihuana para reproducirla ellos mismos en los Estados Unidos. Algunos entrevistados comentan que eso empezó a suceder porque los extranjeros veían que los colombianos se estaban enriqueciendo demasiado con sus dólares, cuentan que en varias conversaciones se notaba como a los gringos no les agradaba mucho la idea de tener que relacionarse tan cercanamente con los colombianos indios (como algunos capos solían expresarse) para poder obtener la marihuana. También cuentan que hubo mucha inocencia por parte de los capos nacionales, porque reiteran que al principio no entendían por qué comenzaron a exigir las semillas y que los bultos ya no se prensaran, se dieron cuenta muy tarde, les parecía ilógico porque al principio esos paquete y bultos estaban bien prensados y en los buques obviamente cabía más marihuana, al final pensaron que también les gustaba fumarse la semilla.

Pero el verdadero factor que al final dio cuenta del afán por parte de los extranjeros en obtener la semilla y comenzar con sus propios cultivos en Estados Unidos, comentan que fue la falta de honestidad y la avaricia de muchos marimberos, puesto que ya transcurridos varios años de éxito en la exportación de marihuana comenzaron a presentarse anormalidades en los envíos. Dichas irregularidades eran específicamente la combinación de marihuana con otro tipo de plantas en los bultos, los marimberos en muchas ocasiones ya en el apogeo, debido a la gran demanda que existía no podían cumplir con la cuota requerida por los clientes norteamericanos, ya que en algunas ocasiones los factores climáticos en la sierra o algunas dificultades en el transporte impedían cumplir con el número de quintales solicitados. Si en uno de esos embarques pedían mil quintales, a veces solo se podían reunir novecientos u ochocientos, entonces la cantidad que faltaba era suplida con otro tipo de hoja, en muchos casos la hoja del árbol mata ratón fue con la que ligaban la marihuana.

Esta situación no agradó mucho a los clientes que con el pasar del tiempo se enteraron de la falta de pureza de la mercancía, una razón más para presionar sobre la inclusión de la semilla en los pedidos. A mediados de la década de los ochenta, la marihuana colapsó y dejó sin trabajo a mucha gente. Casi todos los colonos, costeños y cachacos que llegaron a buscar fortuna en la Sierra pasaron de la Ranger a los burros, lamentando haber despilfarrado tanto dinero, pero con esto disminuyó la violencia y muchos colonos regresaron a sus lugares como lo explica Molano.


Muchos colonos volvieron a sus lugares de origen, otros se engancharon como asalariados en las nuevas fincas, otros comenzaron abrir en lo remoto lugares de la reserva forestal, aún vírgenes, nuevas tierras y finalmente los combos de los mafiosos comenzaron a asaltar los buses que transitaban por la vía Santa Marta-Riohacha, y a robar las fincas de los colonos” (1988:26).

Durante la época de finales de los años setenta y principios de los ochenta, al igual que los guajiros, los colonos venidos del interior del país denominados en la región genéricamente como “cachacos” conformaron sus propios grupos delincuenciales que buscaban protegerse entre sí, fortalecerse en las negociaciones de marihuana con los guajiros y evitar ser asaltados o asesinados por delincuentes comunes y otros grupos de “marimberos”, estos grupos eran liderados por personas del interior del país la mayoría de ellos hacían presencia en la Sierra Nevada de Santa Marta y estaban conformados por colonos cachacos. En la parte de la Sierra lo que es el corregimiento de Guachaca y Minca la mayoría de campesinos que habían llegado de varias partes del país se involucraron en el cultivo de marihuana en lo relatos orales indican que Hernán Giraldo para esta época también compró varios animales de carga entre ellos mulas y caballos que le permitían trasportar la marihuana que era cultivada por los campesinos y llevarla a las partes bajas y las playas del litoral Caribe donde negociaba este producto ilícito con los compradores marihuana. Para 1987, comienzan los cultivos de coca en el corregimiento de Guachaca, y con ellos aparece Hernán Giraldo y su grupo paramilitar, con un poder militar que todo lo que pasaba en esa localidad giraba alrededor de ellos. El colapso del marihuana trajo un problema, los marimberos guajiros que tenían el dominio del territorio y de las rutas de envío de droga al exterior sucumbieron ante el poder del grupo Hernán Giraldo, unas familias se unieron a él para no ser exterminadas como el caso de la familia Padilla, Redondo, Ruedas,Yepes, Ebrat, Rojas, Abello y Nasser.

Para el final de la bonanza algunos marimberos guajiros fueron asesinados, para no dejarlos entrar en la bonanza de la cocaína. Otros fueron asesinados por deudas y dando a lugar confrontaciones que involucraron a varias familias guajiras, como fue el caso del José Abello alias el “mono Abello” un reconocido marimbero de la elite samaria, tenía un problema de dinero con Rafael Reyes Campo, un marimbero que vivía en Barranquilla y era el que le compraba la marihuana a la familia Campo Miranda, que vivían en el corregimiento de Taganga. Cuentan los entrevistados que Rafael Reyes, pidió un cita a José Abello alias el “Mono Abello” en San Andresito, Rafael Reyes le pide que le pague el dinero que le debe, él “Mono Abello” le responde diciéndole que no va a pagar ningún dinero, estas respuesta enfurece al Rafael Reye y le da una garnatada al “Mono Abelló”. José Abello el “mono Abelló” ofendido por la humillación contrata a Víctor Raúl Torres Padilla alias “Pondoro Padilla” para que asesine a Rafael Reyes. “Pondoro Padilla” aprovechando su amistad con Rafael Reyes lo asesina en Barranquilla. A raíz del asesinato de Rafael Reyes, el comisionista de Rafael Reyes; Euclides Durán deja comprarle marihuana a la familia Campo Miranda generándose así una guerra entre las dos familias:

Aquí hubo también la guerra de la familia Padilla que vivía en Pescaito contra la familia Campo Miranda que vivían en Taganga, esa guerra se dio por un incidente de negocio de marimba sino por un muerto que hubo, los Campo Miranda se enfrentaron a los Padillas y entre eso estaba involucrado el mono Abello. Los Campo Miranda eran siete varones, entre ellos estaba Raúl alias la pantera que siempre tuvo un estigma de problemático, Adolfo que era futbolista, Ramón que tenía un problema en el ojo, este cuando llego de La Guajira era violento, ellos llegaron a Santa Marta y se rebuscaban con la pescadería y traían plátano de Dibulla, pero cuando entraron al negocio de la marihuana uno de ellos se lanzó al concejo, sus vidas cambiaron con la gente y se convirtieron en unos tipos apreciados, también conocí a Chei Campo a los otros no los recuerdo, porque siempre trate a Rodolfo, Chei, Raúl y a Ramón pero siempre trate fue más con Raúl porque decían que el pertenecía a una pandilla que le decían los siete chicos malos. Los Padillas vivían en la calle cuatro de Pescaito y no salían de ese perímetro, todo al que veían sospechoso por ese lugar lo requisaban. El error de los marimberos que adquirieron dinero con la marihuana fue quedarse en los sitios donde se criaron y lo que hicieron fue ayudar a las personas del barrio para que en alguna eventualidad los ayudaran, porque ellos sabían quien entraba y quien salía del barrio (Entrevista de campo en la Sierra Nevada de Santa Marta).

Raúl Campo Miranda alias “Pantera” era compadre de Rafael Ebrat alias “Pato” y este a su vez era compadre de “Pondoro Padilla” y socios comerciales en la producción de marihuana de Hernán Giraldo, Mario y Orlando Cuello Fuenmayor . 4

Raúl Campo le pide a Rafael Ebrat que cite a “Pondoro Padilla” a su casas, aunque Rafael Ebrat llamó también a Hernán Giraldo para que llegaran a la cita, Hernán Giraldo le advirtió a “Pondoro” que no llegara ese día que los citaron, pero “Pondoro”  insistió en ir a la cita, donde fue asesinado él y sus escoltas por Raúl Campo Miranda alias “Pantera” y su pandilla de “chicos malos”:

A Pondoro lo matan por los lados del estadio de futbol en la casa de Rafael Ebrat y comenzaron de decir que Ebrat estaba a favor de los Campo Miranda y la verdad era que Ebrat estaba a favor de los Campos porque Monche Campo y él huyen para Pamplona Norte de Santander. En esa época una persona que se decía que era amiga de alguien estaba de acuerdo con otro para hacerle daño al amigo entonces aquí se jugó mucho con la traición y eso fue lo que le paso a Rafael Ebrat que lo consideraron traidor porque jugaba con las dos familias con los Campos y Padillas y al matar a Pondoro que era Padilla todos comenzaron a sospechar (Entrevista de campo en la Sierra Nevada de Santa Marta).

4 Mario Cuellos Fuenmayor, Orlando Cuello Fuenmayor y Marcos Sánchez Castellón fueron asesinado por “pondoro Padilla” por ordenes de Hernán Giraldo Serna.  

Cuando matan a “Pondoro Padilla” la ciudad se paralizo, los Padillas, Hernán Giraldo y la familia Rojas comienzan una retaliación contra la familia Campo Miranda y Rafael Ebrat:

A eso de las tres de la tarde, cuando el camión Dodge 600, placas IC-07-34 propiedad del señor Rafael Ebrat, venia del Mamey donde había cargado madera, fue interceptado en la vía cerca de la región de la Aguacatera, jurisdicción del corregimiento de Guachaca. En la parte de los cerros y en los montes estaba una veintena de hombres armados hasta los dientes con toda clase de armas, incluyendo ametralladoras y granadas. Contra el camión lanzaron las granadas y sobre el mismo vehículo quedaron tendidos varios cadáveres y personas heridas. Entre las víctimas se encuentran dos hermanas de apenas 5 y 3 años un hermano de las mismas de 17 años y el padre de estas quienes venían hacia Santa Marta, a reunirse con sus familiares, para lo que lo solicitaron un chance al conductor del camión. Las personas que resultaron heridas en este atentado y que se encuentran recluidas en el hospital San Juan de Dios son las siguientes: Guillermo Cabas Ebrat, Adalberto Coronado Hernández y Juan Fernando Cuello (El Informador, 11 de agosto de 1988).

En esa persecución y atentados Ramón Campo Miranda y Rafael Ebrat huyen para Pamplona y allá fueron asesinados por los Padillas y los Rojas, a los demás miembros de la familia Campo Miranda fueron mandados asesinar por ordenes del “mono Abello”, Raúl Campo Mirando fue asesinado por el ejército, en los relatos orales se dice que Hernán Giraldo y los Padillas le pagaron al ejercito para que lo asesinara. Para finales de los ochentas práctica- mente la bonanza marimbera están en decadencia y esto se debía las intensas fumigaciones con glifosato, autorizadas por el gobierno de Virgilio Barco Vargas y lo otro como se dijo anteriormente a la producción de marihuana en los Estados Unidos. Muchos guajiros marimberos y samarios ya estaban arruinados, unos por las tantas guerras que tuvieron que librar y financiar, otros que se dedicaron al despilfarro. Algunos lograron invertir y retirarse a tiempo, la gran mayoría de marimberos nunca se preparó para el fin la bonanza. Y termina- ron vendiendo poco a poco lo que habían adquirido durante los años de opulencia.

Sólo Hernán Giraldo, Padilla, Redondo, Ruedas, Yepes, Rojas, Abello y Nasser y unos marimberos de la elite samaria continuaron con el tráfico de narcóticos ya no de marihuana sino de cocaína y se adueñaron de grandes extensiones de tierras en todas las cuencas y caseríos que están en la Troncal del Caribe. Muchas persona que no se fueron con la decadencia de la marihuana comenzaron a trabajar para este combo de marimberos realizando grandes devastaciones de bosque, debido a la situación económica que los dejó el colapso de la marihuana llevándolos a vender su fuerza de trabajo a esta gente a cambio de los buenos jornales que ofrecían y la posibilidad de resarcirse al laborar como “a medieros,” es decir, repartir el producto de la cosecha en dos partes iguales.


Conclusión


La bonanza marimbera permitió la inclusión masiva de pobladores urbanos, campesinos y pescadores. La inmersión de estas personas en la actividad ilegal de la marihuana logra que estos sectores sé insertarse en circuitos de acumulación y desarrollo económico de gran dinamismo como nunca antes había sido posible para ellos. El auge, o boom en sí mismo, se define entonces por el fin de la clandestinidad, la expansión y multiplicación de los intermediarios y el surgimiento de un espíritu festivo y rebosante, de excesos y derroche, consumo conspicuo y aceleramiento.


Estos sectores las familias prestigiosa de Santa Marta los veían como unos simples cultivadores de yuca y malanga, pero apenas comenzaron a tener poder económico y se fueron visibilizando, las familias pudientes los tuvieron que aceptar y realizar negocios económi- cos con ellos, los marimberos guajiros estremecie- ron la ciudad con su poder económico y bélico opacaron a la sociedad samaria.

El volcán de dólares sirvió para amplificar a niveles extraordinarios viejas tradiciones como las riñas de gallos; satisfacer gustos personales de manera exagerada como las gigantescas parrandas. El tener la posibilidad de poseer todo lo que se sueña llevó a una locura colectiva que involucró hasta a la autoridad de entonces. Santa Marta sufrió el impacto de los marimberos. Una ciudad conservadora, de economía débil debido al declive del banano y el algodón, y concentraba el poder económico, político y militar en pocas familias. La mayoría de los marimberos guajiros y de las familias pudientes de Santa Marta, tuvieron la oportunidad de proyectarse, participaron directamente en la vida política y la inversión en bienes raíces y turismo. El colapso de la marihuana exacerbó el espíritu de derroche propio del apogeo, para los años del declive se incrementó las migraciones de trabajadores y busca fortunas provenientes del interior del país. Todo lo anterior precipita un nuevo escenario para el ejercicio de formas de violencia por parte de todos los actores involucrados. Lo otro que llevó al declive de la marihuana fue la constante represión por parte de los gobiernos de turno, las constante fumigaciones que significaron la militarización de las zonas de producción. Por último, esta la llegada de la cocaína, que contribuyó a desplazar definitivamente a los guajiros favoreciendo la entronización de la cocaína manejada por gentes del interior del país.

Las tres canciones expresan una visión de mundo a partir de dos momentos diferentes de la bonanza. Por un lado, Soy guajiro y Lluvia de verano pertenecen al lapso de apogeo de la marihuana en el que la parranda marimbera se instituye, haciéndose pública pese al carácter clandestino de sus organizadores. De este espacio festivo surge un vallenato urbano que aboga por una identidad regional en oposición al abandono del Estado y que destaca los rasgos culturales de personajes reconocidos que superaron la pobreza, inmortalizando de esta forma su nombre y sus hazañas. Por otro lado, está Mi proclama, una canción que manifiesta el dolor causado por la violencia desatada durante la bonanza. Se lamentan los sufrimientos que el pueblo, trastocado en toda una región, experimenta por un espejismo que solo desolación y odio sembró y cosechó. Las tres canciones están estrechamente ligadas al sentimiento popular, en torno a los marimberos se construyó un imaginario colectivo alimentado por rasgos culturales como el orgullo, la valentía y la fuerza, el cual fue consolidado por la música vallenata en una superficie de tono triunfalista mientras en el interior se fraguaba la tragedia nacida de la violencia y sus tentáculos en la vida política, social, económica y cultural de la región. 

Otro importante estudio sobre la bonanza marimbera en el Magdalena en los años 70 y 80 






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