enero 11, 2016

BARRANQUILLA FUE INVADIDA POR LAS TROPAS

En el año 1885 la Pacifica Barranquilla fue tomada por las tropas, en lo que fue el preludio de la Guerra de los Mil Días.


Antigua Calle Anchilla, hoy Paseo Bolívar.
 La imagen data de 1880. Archivo Histórico del Atlántico.




Por: Jairo Solano Alonso
Revista Latitud


El 4 de enero de 1885, cuando la próspera ciudad de Barranquilla se aprestaba a celebrar la Fiesta de Reyes, al mando de un ejército compuesto por boyacenses y santandereanos, el carismático general Ricardo Gaitán Obeso, después de un explosivo descenso por el Río Magdalena, se apoderó “pacíficamente” del estratégico puerto. 

EL CARIBE Y LAS CORRALEJAS




Por:
Víctor Alfonso Moreno-Piñeda
El cañaguate suelta las hojas: señal de que pronto empezarán a brotar las flores amarillas. La polvareda se levanta y empantana las calles y las plazas de los pueblos. El sopor penetra por los poros, las estrellas alumbran con más potencia y un bullicio altanero se siente en esta esquina.
La tierra lo sabe: estamos en el verano traslúcido de fin de año. La época de las Cuatro Fiestas —hoy convertidas en mil, dispersas aquí y allá en este pedazo de Caribe que habito—. Con el verano viene Navidad y Año Nuevo. Vuelve la familia y los amores contrariados del pasado. Pero también vuelven ¡nuestras tradicionales fiestas en corraleja!, y Córdoba, Sucre y Bolívar se emperifollan de tradición y cultura.
Porque sí, quiéranlo o no, las corralejas hacen parte de la tradición de muchos pueblos del Caribe colombiano. En algunos casos son, a lo largo del año, la única diversión que se le brinda a su gente en Cereté, Ciénaga de Oro, Arboletes, Buenavista, San Carlos, Cotorra, Ayapel, Planeta Rica, Montelíbano, Purísima, La Unión, Sampués, Sincé, Caimito, San Marcos, Betulia, San Benito Abad, Galeras, Turbaco, San Juan Nepomuceno, Zambrano, Villanueva, Arjona y —las  más conocidas y casi extintas— las del 20 de enero en Sincelejo. y la un gran número de poblaciones del Magdalena, como Fundación. Aunque La lista es mucho más larga. 
Pueblos olvidados que se realzan en el mapa en tiempos de elecciones y durante sus ¡tradicionales fiestas en corraleja! Durante cuatro o cinco días, ricos y pobres, poderosos y marginados, se encuentran en un improvisado maderamen y le dan rienda suelta a la muerte y al rebusque, al licor y al azar.
Además de ser tradición, las corralejas son un buen negocio. Aquí todos ganan: gana el campesino que corta la vara de humo y el mangle que construye la plaza; gana el camionero que transporta el ganado de la finca a la plaza y de la plaza a la finca; gana el picotero que asegura cuatro o cinco noches de espeluque; ganan las fábricas de licores; ganan los vendedores de empanadas, panes, diabolines, rosquitas, cervezas en lata, cigarrillos, caramelos, bolsas de agua; gana el ladronzuelo que logra arrebatar la cartera o el celular a la mona que se pavonea en los palcos como si estuviera en la sala de su casa; ganan los fulleros de la pimientica que logran cazar un par de incautos; ganan las putas que en cinco noches recuperan la plata que perdieron en las anteriores trescientas sesenta.
Asimismo, gana el avezado mantero que logra sacarle tres trapazos al toro más bravo de la tarde; gana el banderillero que aparatosamente pone dos banderillas en la cerviz del animal; gana el pato —como se le conoce al tipo que no tuvo plata para subir a palcos— que logra coger un par de caramelos o un billete que el ganadero lanza al ruedo.
Ganan las bandas de la región: la 19 de Marzo de Laguneta, la Súper Banda de Colomboy, la Juvenil de Chochó, la Nueva Esperanza de Manguelito, la San Juan de Caimito, la San José de Toluviejo, la Bajera de San Pelayo y la 11 de Noviembre de Rabolargo.

También gana el político que presenta su nombre ante el pueblo para las elecciones de marzo u octubre. Y sobre todo, ganan los ganaderos y los empresarios —casi siempre son, como en el cuento de Gabo, la misma vaina— que en una tarde de toros aseguran varias decenas de millones de pesos. Las corralejas son un negocio casi perfecto ¿no les parece? Aquí gana todo el mundo. Los únicos que pierden son los animales y los hombres.
Pierde el toro que, aunque casi nunca muere, es vituperado y burlado en la plaza. Pierde el caballo que corneado de muerte y con las tripas arrastrando, recorre el ruedo en busca del garrochero que segundos antes lo dejó indefenso ante el toro. Y perdemos nosotros los hombres la dignidad al aceptar alegremente que los ricos deben ir arriba y los pobres abajo. Perdemos los hombres que nos sumergimos en un espectáculo de miseria con la firme creencia de que todas las tradiciones son cultura, y como tal deben conservarse.
De las corralejas que nos queden las leyendas de los toros del Sinú y la Sabana, tan tremebundos como el Toro de Minos; que nos quede la historia del Chivo Mono y su cornamenta imperial, la del Arrancateta y su estirpe criolla, y la del Balay y su fama invencible.

Que nos quede la memoria de los héroes y kamikazes inmolados en el ruedo; que nos quede la inmortalidad del Kalimán del Sinú y sus cincuenta y seis cornadas y dos mil cuatrocientos cincuenta y siete puntos de sutura. 
Que nos queden los grandes cronistas con sus tragedias: el Mono Berdella con el cuento El Tapaetusa y, Devaloy Acuña con la canción El Mantero. En ambas historias, la muerte y la precariedad rodean a los personajes. José Ignacio, el personaje de Leopoldo Berdella, muere en manos del Tapaetusa; y el mantero de Devaloy Acuña se sacrifica por amor ante un toro matrero encomendado al mismísimo diablo, ¡avemariapurísima!
Y que nos queden y vivan por siempre los porros y fandangos inmortales. Que suenen hasta en el último rincón del universo. Que allá en lo más lejano se baile al ritmo de los tres clarinetes, las cuatro trompetas, los tres bombardinos, los tres trombones, el bombo, el redoblante y los platillos. Que nos quede María Varilla, Pablo Flórez y Miguel Emiro Naranjo. El resto —el negocio— es tiempo de darle sepultura.
En el desarrollo de las corralejas hay una oportunidad tácita de reflexión: ver si animales y hombres pueden no solo ser parte de un espectáculo para seguir siendo parte de la vida...  


*Docente catedrático de la Universidad de Córdoba



.

enero 06, 2016

LUCHO BERMÚDEZ EN ARACATACA



En 1921 su abuela y madre de crianza Doña Concepción Montes, se traslada del Carmen de Bolívar a Aracataca cuando el niño Lucho Bermúdez contaba con solo 9 años. La abuela llegó a esa población porque allí vivía su hijo Jorge Rafael Acosta, quien era músico y le enseñaría a al niño a tocar el trombón, la trompeta, y el saxofón.

Lucho Bermúdez en 1926, de Aracataca es enviado a Santa Marta, cuando contaba ya con 14 años, para que siguiera sus estudios en el Liceo Celedón. En esta ciudad perfecciona sus conocimientos musicales en la banda de música que dirige Carlos Rodríguez, banda que estaba integrada por Juan Noguera, en el clarinete, Manuel Duarte como solista, y el músico Electo Mier, quienes fueron sus profesores.

En Santa Marta, adopta el clarinete como su instrumento principal y estudia el pentagrama en la academia de música de Guillermo Rico; profesor que había estudiado el arte musical en Europa. En esta misma época es reclutado al Ejército, ingresando de inmediato a la banda militar del Batallón Córdoba, donde estuvo hasta 1931.




En 1931 regresa a Aracataca y en este pueblo funda la banda Santa Cecilia, su primera orquesta. Banda que estaba integrada por Víctor Pertúz y Manuel Rodríguez, en las trompetas; Sabas Vega, en el clarinete; Antonio Saade, en el redoblante; y Lucho Bermúdez, como Director. Fue él, quien dirigió los coros y cantos litúrgicos en las misas que celebraba el padre Angarita en la iglesia de Aracataca.

Viviendo en Aracataca, cuando contaba con 21 años, conoció la primera mujer de su vida, María Luisa Gámez, su primer amor quien le compuso las canciones: “Licha”, “Tus Recuerdos”, “Negra es mi Vida”, “Amor y Llanto”, y “A mí que me Importa”.



De Raúl Ospino Rangel.





.
.

enero 03, 2016

GENERAL: RAFAEL HERNÁNDEZ PARDO

Militar, Político, Diplomático y Ex Gobernador del Magdalena


El general Rafael Hernández Pardo fue un importante personaje del siglo pasado, se convirtió en uno los militares más destacados en estos cinco últimos lustros. Además de los cargos importantes dentro del ámbito castrense, ocupó la Secretaría del Ministerio de Defensa, la Dirección de Prisiones, las gobernaciones del Norte de Santander y del Magdalena.

Fue también fundador y director de la Defensa Civil, director del Instituto Neurológico y Ministro de la Defensa. En el campo diplomático se desempeñó como embajador ante los gobiernos de Argentina, Portugal y Dinamarca.

Nació en Anolaima, Cundinamarca, un 14 de diciembre de 1912, del hogar conformado por Eloísa Pardo y Antonio Hernández.

Se casó con doña Magola López de cuyo matrimonio nacieron Jaime, Rafael, Isabel y Gustavo.

Sus padres se sorprendieron cuando su hijo Rafael les manifestó su inclinación por la carrera de las armas. Pero a su turno le brindaron su apoyo y se mostraron orgullosos por esa decisión y esa vocación castrense.

Egresa de la Escuela Militar con destino al frente de combate en Tarapacá, por cuanto se había iniciado el conflicto con el Perú. Su desempeño destacado en el ejercicio del mando como oficial subalterno, le originó felicitaciones de sus superiores.

En los grados de Teniente y Capitán es ejecutivo y comandante de batería en la Escuela de Artillería y en distintos Batallones del Arma. También opera como marino en uno de los cañoneros y asume funciones administrativas como Alcalde de Cucutilla (Norte de Santander) y Angosturas (Antioquia).

Luego es enviado en comisión a la Universidad Nacional para estudiar Ingeniería Civil. Allí inicia su amistad con su compañero el expresidente Virgilio Barco, con quien compartió posiciones de alto compromiso con el país. Realiza los cursos de capacitación de ascenso con excelentes resultados y entra a la Escuela Superior de Guerra en el grado de Capitán a adelantar el curso pertinente y es ascendido a Mayor. En esa época compartían esos estudios de Estado Mayor los oficiales subalternos con los oficiales superiores.

Es nombrado siendo Mayor, Secretario General del Ministerio de Guerra como se denominaba en ese entonces el hoy Ministerio de Defensa. En ese cargo presentó ante el Congreso la primera ley de prestaciones sociales para las Fuerzas Militares. La colaboración eficaz del Presidente Turbay Ayala permitió que se produjera ese acto legislativo. Ahí surgió el afecto entre estos dos personajes de la vida pública.

Al poco tiempo en las gobernaciones militares ocupa en el Norte de Santander varias de las Secretarías y finalmente se encarga de la Gobernación. Nombra a su amigo Virgilio Barco como Secretario de Obras y de Gobierno y precisamente el 9 de Abril de 1948 le tocó afrontar esa difícil situación como gobernante de los Nortesantandereanos.

Pasa a la Escuela Militar como Subdirector, donde cumple al lado del Director Coronel Hernando Herrera una etapa de mejoramiento académico de ese Instituto de formación.

Comanda el Batallón Tenerife en Neiva y sale como Agregado Militar para la Argentina. Retorna a Colombia y es designado Comandante de Brigada en Florencia Caquetá. Después recibe la Dirección de Prisiones hoy el Inpec. Establece la resocialización implantando talleres y equipos de carpintería y zapatería con la finalidad de que fuesen productivos los presos y así dieran sustento a sus familias y no pensaran en elucubraciones delictuosas.

GOBERNADOR DEL MAGDALENA


El gobierno militar del General Rojas Pinilla en el año 1954 lo nombra Gobernador del Magdalena y como él mismo decía entregó en estas tierras caribeñas lo más constructivo de sus realizaciones personales. 

Descubre y urbaniza el Rodadero, hace la carretera de Santa Marta a ese Balneario, dota al departamento de plantas eléctricas incluido Fundación, así como de acueductos. 

El general fue un hombre de progreso para el Magdalena. Cuando fue el Gobernador del Magdalena, se construyeron entre otras:


- La carretera por el Ziruma, abriendo las puertas al Rodadero.

- Se construyó el primer hotel en el Rodadero (Tamacá ).
- Se hizo la segunda etapa de los muelles del terminal marítimo.
- Se reconstruyó e iluminó la Avenida del Libertador.
- Se construyó la carretera Santa Marta - Taganga.
- Se construyó el Instituto Magdalena.
- Terminó el mercado público de Santa Marta.
- Terminó los estadios de futbol y beisbol.
- Construyó la Escuela Madre Laura de Pescaito.
- Iluminó con luces de mercurio la calle 6 de Fundación, la cual lleva su nombre en su honor. (Estas lámparas metálicas aún se conservan).
- Dotó de una nueva planta eléctrica a Fundación, sustituyendo la de La Mocha que era ineficiente.
- Igualmente dotó de nuevos motores electricos a Valledupar, Codazzi, Aguachica entre otras.

El Hotel Tamacá de El Rodadero tuvo un costo de ‘Un millón setecientos cincuenta mil pesos ($1.750.000)’ y vendió los primeros 69 lotes en ese lugar a razón de 18 pesos el metros, iniciando así el desarrollo de un sector que hoy es el icono y la mejor vitrina turística de Santa Marta.

Ver también: Planta de luz de Fundación

Su concepción y disciplina militar, su visión de ingeniero y su espíritu emprendedor dieron lugar a que su labor fructífera como Gobernador del Magdalena, se constituyera en ejemplo de eficiencia administrativa. Aún se recuerda en el ámbito nacional como algo sui generis en materia de dirección, progreso y bienestar como descubrió y urbanizó El Rodadero.

Igualmente electrificó todo el departamento, cuando todavía el Cesar se incluía como parte del Magdalena. Se dotó de acueducto a todos los municipios. 

Santa Marta fue la primera ciudad de Colombia con luz de mercurio que en ese entonces era lo más avanzado en el alumbrado público. 
Construyó la carretera que unió a Santa Marta con Gaira y El Rodadero.

En Fundación expropió la planta eléctrica que en 1933 Ernesto Rosestán había instalado en ese poblado, que luego vendió a Nicolás Nassar y su esposa Afife Nassar Moalin a la que le decían "la mocha"; debido a que tenía un brazo mocho. Por ese motivo al irse la energía en Fundación, sus habitantes decían: “Se fue la Mocha”, y al llegar la energía: “Vino la Mocha”. El general Hernández Pardo luego de expropiarla la repotenció y modernizó, y se la cedió al Municipio.

Así mismo en Fundación dotó de luminarias de mercurio la calle 6, con postes metálicos, las cuales todavía se encuentran en servicio y la pavimentó en cemento rígido. Por esas obras en beneficio de la ciudad y en gratitud con sus ejecutorias, los Fundanenses le colocaron su nombre a esa importante avenida.

Durante su gestión se nota una transformación en la calidad de vida de los Magdalenenses que aún agradecen sus habitantes.

Era tan grande el amor que sentía el General Hernández por el Magdalena, que siendo Embajador de Colombia en Portugal en una conferencia dictada en el aula máxima de la Universidad de Lisboa, Hernández Pardo, quien ocupó los más altos cargos de gobierno, de la diplomacia y de la jerarquía castrense, dijo con inmenso gozo y ostensible satisfacción que su mayor orgullo y su realización gerencial más constructiva y humana era su paso por la Gobernación del Magdalena por razón de las obras ejecutadas y plasmadas en el ejercicio de sus funciones.

Causó tal impresión entre los asistentes a ese recinto universitario, profesores, alumnos, políticos, militares, ministros y diplomáticos que al final surgieron interrogantes y preguntas acerca de esa aseveración. Ciertamente le dieron en la vena del gusto, por cuanto le dedicó más tiempo que en su exposición inicial a hablar de su querida Santa Marta. Los convenció a todos de que no había en el mundo una bahía y una ciudad caribeña tan particularmente bella por su mar, sus playas y su clima. Pero hizo referencia con mayor vehemencia a sus habitantes que hacen de ella que sea amable, acogedora y hospitalaria. En cuanto a sus mujeres destacó y le dio significación a su belleza sin par, su espontaneidad, su donaire y su manera de ser, causa de motivación y alegría.

Ese era Hernández Pardo frente a todo lo que tuviera que ver con ese departamento del Magdalena y esa ciudad que se impregnó en su alma y que se deleitaba dando a conocer a todos los que querían saber de Colombia. Felizmente tuvo la oportunidad de ser Jefe de misión diplomática tanto en América como en Europa. En Argentina, Portugal y Dinamarca no ocultó su amor por ese territorio patrio. Parecía que hubiese sido el emisario directo y representante de quienes son oriundos de Santa Marta y el Magdalena.

Para los imberbes de la época aquél personaje despertó la curiosidad de sus habitantes, quien con su imponente presencia avalaba las obras de las obras que realizaba el Departamento del Magdalena, como por ejemplo la nueva Avenida de El Libertador, que el General culminó, con cemento rígido, con doble calzada, separador central y luz de mercurio, hasta la Quinta de San Pedro Alejandrino.

Se presentaba a las obras como buen Ingeniero que era, acompañado de obreros, palas, picos, carretillas, trompos, motoniveladoras, volquetas, buldóceres, rodillos aplanadores, que indicaban la construcción en algún pavimento rígido.

De ahí en adelante y todos los días llegaba con su gruesa contextura, alto, tez trigueña, vestido con camisa y pantalón caquis, botas altas y sombrero jalón, a usanza de los que utilizaban en la Zona Bananera los altos empleados de la compañía Frutera de Sevilla.

No hay que olvidar que la Santa Marta de los primeros años de la década de los cincuenta y aún mucho tiempo después estaba partida en dos: los del centro y los de la carretera, es decir, los que vivían después de la línea del ferrocarril hasta la quinta de San Pedro Alejandrino.

Esa carretera rural, a la sazón y en ese entonces, poco poblada y menos transitada, era un sendero a medio asfaltar, con desvencijados y desalineados separadores centrales, con escasa o nula iluminación.

Con relación al Rodadero, en tanto que balneario tomaba importancia, don Joaquín Bohórquez, con notable visión comercial, solicitó a la nación le adjudicara un lote de tierra que abarcara hasta el área donde se construyó el Hotel Tamacá, con una cabida aproximadamente de diez hectáreas".

Aquel, espacio, que constituía el polo opuesto al escogido por el señor Bohórquez para construir una casa para su familia a orilla de la playa, en cuyos alrededores sembró todo tipo de árboles. Es pertinente precisar que antes de que esto último ocurriera se había pensado en llevar el camino por la cuesta de Gaira para acortar la distancia unos cuatro kilómetros.

Otros, casi que coetáneamente sugirieron que era mejor por la vía del Pando y no faltó un sacerdote de la orden franciscana que aconsejó con base a estudios que se hiciera por la cuesta. Sin embargo esa nueva carretera que no encontró eco en ninguna parte, pero se abrió paso en la administración del General Rafael Hernández Pardo.

El Rodadero antes de ser urbanizado 

En el año de 1942, lo que es hoy el balneario de El Rodadero era una "playa desértica y olvidada, y a los que samarios y gaireros jamás se le había ocurrido que aquél paradisíaco lugar fuese a trocarse tan velozmente en el mejor balneario del país".

Solo existía el pasaje viejo que conducía a las playas de El Rodadero, camino que fue desbrozado en una carretera, sin asfaltar, en el gobierno de Pepe Vives De Andreis. Esa apertura vial abrió algunas posibilidades de florecimiento y desarrollo para aquellas hermosas playas de aguas cristalinas, de arenas inmaculadas.

Y así fue como llegaron los primeros aquijotados aventureros, siendo el primero, Don Jorgito Díaz Granados, como cariñosamente le decían sus amigos, quien construyó una cabaña de paja amplia, de aspecto acogedor y allí instaló el servicio de restaurante, cuya especialidad eran los energizantes frutos del mar, donde las gentes acostumbraban a ir los domingos y fines de semana. Luego le siguió doña Rosa Yepes con un negocio similar en menor escala.

Pero fue el General Hernández, ese ser humano excepcional, de procederes sin mácula, que dejó huellas indelebles de su paso por la Gobernación del Magdalena, quien se le midiera con gran visión al desarrollo de esta vía por el cerro Ziruma, lo que hoy se le conoce con mucho acierto como la Avenida Hernández Pardo.

El Rodadero - Hotel Tamacá 

Puede decirse a grandes rasgos que la primera y definitiva etapa de desarrollo de El Rodadero se le debe a dos grandes hombres: Rafael Hernández Pardo y don Joaquín Bohórquez, se les cataloga como los promotores de esa gran empresa que no tiene precedente en la historia de nuestro país; pero fue el General Hernández Pardo, que con gran visión de futuro, construyó los dos edificios que le dieron vida al balneario, como el Hotel Tamacá y lo que se llamó El Balneario de El Rodadero, lugar este último donde funcionó por algún tiempo el entonces Casino Internacional. 

Por estas grandes obras que llevaron a Santa Marta a la modernidad, los Magdalenenses guardan con este insigne personaje sentimientos de gratitud, por su existencia consagrada al servicio de la patria, los hijos de este hidalgo Departamento, recuerdan con agradecimiento y gratitud, a quien dirigiera los destinos de esta entidad territorial con acierto, sapiencia y empuje preñado de realizaciones visionarias.


Luego de su paso por el Magdalena, la Junta Militar lo manda a Argentina como Embajador y los embajadores latinoamericanos contraviniendo las disposiciones diplomáticas lo consideran su portavoz ante el Presidente Arturo Frondizi. Esta distinción lo acerca al Primer Mandatario de los argentinos y por ello todas las pretensiones de Colombia tuvieron el respaldo de dicho gobierno. Tiene lugar en Buenos Aires la Conferencia de los 21 donde asisten la mayoría de los Jefes de Estado Latinoamericanos y Colombia es representada por el doctor Carlos Sanz de Santamaría y el Embajador Hernández Pardo. 

El doctor Alberto González Fernández Secretario General de la Presidencia viaja expresamente a Buenos Aires para comunicarle el nombramiento que el Presidente Alberto Lleras le había hecho como Ministro de Guerra.

Asume el Ministerio y se dedica a reinstitucionalizar y reposicionar las Fuerzas Militares, las cuales se habían desprestigiado en el gobierno anterior. Para ello contó con el respaldo, la amistad y la confianza del Presidente Alberto Lleras. Decía el doctor Lleras "lo bueno y lo malo que se sucedió con las Fuerzas Militares durante mi mandato es obra de Hernández Pardo". Esa relación afectuosa entre ellos permaneció perennemente.

Durante su gestión ministerial realiza obras de progreso para las Fuerzas Militares tales como la construcción del Hospital Militar, de la sede del Ministerio, concentrando las tres fuerzas Ejército, Armada y Fuerza Aérea en un solo edificio. Levanta e inaugura el Club de Suboficiales. Pone en funcionamiento una serie de cuarteles e instalaciones en todo el país al servicio de Brigadas y Batallones y nuevamente logra mejorar las prestaciones sociales de los miembros de las instituciones armadas.

Teniendo la antigüedad no pretende ascender a General de Tres Soles, sino que pide su retiro para dejar esa vacante de Mayor General. El Presidente Lleras le solicita seguir en el cargo como General retirado mientras termina su período y en efecto así sucede. El Presidente Guillermo León Valencia le insiste en que siga en el cargo, pero le agradece su deferencia y más bien le acepta al Presidente Lleras la embajada en Portugal.

En territorio Lusitano consigue como en Argentina el respeto y la empatía de los embajadores latinoamericanos y por esa razón se constituye en su vocero ante el jefe de Estado. Hizo en Lisboa una gran amistad con los Reyes que vivían asilados en Portugal, el de España padre de Juan Carlos de Borbón y el Rey de Italia. Siempre que se requirió del voto de Portugal en las conferencias y foros internacionales lo obtuvo en forma favorable.

Se va para Madrid como él solía decir a poner su puesto de mando. Alcanza a estar cuatro años largos. Disfruta de la capital española, especialmente de sus corridas y el teatro, entretenciones que lo deleitaban plenamente.

El Presidente Alberto lleras lo hace nombrar en España en el comité bipartidista de la campaña del candidato Carlos Lleras y este a los pocos días de su posesión como Presidente lo compromete para que cree y funde la Defensa Civil. Organizó en la capital de la República y en todo el país las Juntas de Defensa Civil.

Cuando ha dejado este cargo, nuevamente el Presidente Alberto Lleras lo convence para que sea el Director del Instituto Neurológico, como quiera que él presidía la Junta Directiva. Hizo una reingeniería financiera, comercial y administrativa, a efecto de revitalizar y mantener esa corporación científica. Infortunadamente años más tarde desapareció del panorama médico tan importante organización.

Otra vez el presidente Alberto Lleras hace que forme parte del comité bipartidista de la campaña del doctor Misael Pastrana y una vez elegido lo tiene en cuenta para destinarlo como embajador en Dinamarca. Recordaba con añoranza su paso por Copenhague, por la pompa y solemnidad de la presentación de credenciales. Se llegaba en carroza al palacio de los reyes daneses. Fueron según él años de enriquecimiento cultural de un régimen socialista que cumple con el equilibrio, la solidaridad y la justicia social.

De vuelta a Colombia, el tiempo es para su familia, sus nietos, su finca de Chía, los juegos de póker con sus amigos, la lectura y el tenis. Igualmente escribe una columna en el diario El Tiempo. No quiso aceptar ofrecimientos del Presidente Alfonso López para ser Gobernador del Magdalena ni tampoco una curul para encabezar Senado por el mismo departamento. No quería intervenir en política y además sufría quebrantos de salud.

La vida le permitió ver a Jaime el mayor de sus hijos en el Generalato. Alcanzó a acompañar a Rafael como oficial superior en el grado de Coronel. A propósito de estos dos Generales Jaime y Rafael se sucede con ellos un hecho histórico que difícilmente se vuelve a suceder y es que ambos llegaron al mismo grado del padre. Ese acontecimiento jamás se había registrado en las Fuerzas Militares.

Este ha sido un marco de referencia de lo que significó en Colombia, fuera de las fronteras y en las Fuerzas Militares el General Rafael Hernández Pardo. El líder, el hombre humano y generoso de alma. El militar que respiraba patriotismo, honestidad y grandeza. El ejemplo del visionario, el estratega, el pensador y el ejecutor. Ahí están sus obras materiales, espirituales y morales. Gracias por sus enseñanzas, derroteros y valores que nos inculcó no solo a sus hijos sino a quienes fueron sus amigos, compañeros, subalternos y colaboradores.

El General Rafael Hernández Pardo, falleció un 4 de marzo de 1985.



.

Escribenos: esquinadelprogreso@gmail.com