febrero 28, 2017

RAFAEL REYES: EL PRIMER PRESIDENTE QUE VISITÓ A FUNDACIÓN

Esta es la historia de la visita que realizó el presidente Rafael Reyes Prieto a Fundación en el año 1908 cuando apenas nacía como poblado.

Rafael Reyes Prieto
"Menos política 
y más administración"

Al despertar el siglo XX Colombia era una ruina física y moral.

La Guerra de los Mil días la bipartía en odios y pasiones.Envilecida la moneda, perdido el crédito externo, en bancarrota el erario, destruidos los caminos y depredado el campo, la postración se acentuaba por la vergonzosa pérdida de Panamá. El país tuvo la fortuna de hallar el líder que reclama semejante situación en Rafael Reyes Prieto, producto del notablato de la provincia boyacense, pragmático, realista. con clara visión del país y de sus hondos problemas. Asume a la nación en estas condiciones y con su actitud progresista emprende una campaña por todo el país para emprender el desarrollo, haciendo una apuesta por la paz y la reconstrucción nacional

Se le consideró también el creador del ejercito Nacional gracias a la reestructuración de las filas durante su mandato.

A principios del 2008 quiso el presidente Reyes dejar la fría Bogotá y embarcarse por una aventura de un mes para visitar  Santa Marta, Fundación, Riofrío, Riohacha, Barranquilla, Cartagena y Medellin, en medio de todas las vicisitudes que tenía Colombia en ese entonces en donde las vías de comunicación eran pocas y difíciles.

LA EXPEDICIÓN DE REYES

El 20 de Abril del año 1908, pasada una hora en que un auditorio abarrotado de periodistas, industriales y políticos  estuvo pendiente de cada palabra fácil, elocuente y persuasiva del Presidente Rafael Reyes Prieto, se sintió en el recinto del salón un murmullo de entusiasmo y desahogo, al ver que se revelaban nuevos horizontes con industrias hasta entonces desconocidas de los habitantes del interior de la República: esta conferencia dio por resultado una consoladora esperanza y se tradujo en espontáneo y estruendoso aplauso seguido de felicitaciones verdaderamente sinceras. De este modo empezaba el General Reyes a cumplir airosamente el desempeño de la comisión que en buena hora confiara el Gobierno al soldado que en todos los campos y especialmente en las labores del trabajo ha coronado siempre victoriosamente su cometido.

EL CUARTICO DE BAHAREQUE: Un vallenato de medio siglo


El cuartico de Bahareque en Valledupar

En medio de las modernas casas que conforman el barrio San Joaquín de Valledupar se conserva una vieja construcción de barro, madera, techo de tejas de cemento, memorias y añoranzas. Posiblemente jamás pensaron los esposos José Benito Jiménez Castilla y Bernarda Zuleta Cotes que su casa tendría una especial relación con la música vallenata y con el máximo evento que lo representa y promueve ante el mundo, el festival vallenato. 

Desde su juventud José Benito fue un parrandero consagrado pero trabajador único que construyó ‘El cuartico’ con sus propias manos para su querida Bernarda y que hoy se convertiría en una apreciada joya que refleja la esencia de la cultura y costumbres del Valledupar de antes. 

El calendario se ubica 50 años atrás, exactamente el 27 de abril de 1966 cuando Bernarda vio cumplido el sueño de tener un techo propio para amparar a Carlos, Nelly, Carmen, Cecilia, Luz Marina, Fanny, Mariela y Marlene, los ocho hijos del matrimonio. 

Las relaciones entre la casa de bahareque de los Jiménez Zuleta y el festival vallenato comienzan a forjarse dos años más tarde, a finales de abril de 1968, cuando en la Plaza Alfonso López se daría lugar al primer festival vallenato de la historia que coronó como rey a Alejandro Durán. 1968 año bisiesto en el calendario gregoriano, al igual que el presente, cuando ‘El cuartico’ cumple medio siglo de existencia. 

Desde el momento en que la familia se trasladó a su nueva vivienda, ésta fue el escenario de múltiples parrandas; la primera de ellas tuvo como protagonista a Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza; segundo Rey Vallenato en el 1969 y primer ‘Rey de Reyes’ en 1987. 

En esa misma casa, después de sus fundadores, es Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta Díaz, homenajeado del festival vallenato 2016, el personaje más querido y el dueño de innumerables anécdotas que los hermanos Jiménez Zuleta narran a los turistas que semanalmente visitan esta casa que desde el 2012 se convirtió en museo y lugar obligado para todo aquel que quiera conocer el modo de vida de un hogar promedio de la década de los 60 en la capital del vallenato. 

Hasta el final de sus días José Benito conservó una entrañable amistad con ‘Poncho’ Zuleta; gracias al vínculo familiar de éste con Bernarda. Era él uno de sus más fieles seguidores, con sus canciones parrandeaba cada fin de semana y era la voz del ‘Pulmón de oro’ la que sonaba en cada celebración familiar. En las viejas paredes de barro se exhiben orgullosamente fotografías de los esposos junto al cantante. 

Visitar ‘El cuartico’ es subirse a una máquina del tiempo y revivir la época de las abuelas. Cada elemento está cuidadosamente ubicado donde Bernarda como pilar del hogar lo dejó. En la sala de la casa se destaca un tinajero que tiene 67 años que hacía las veces de nevera. En él se ostentan unas tinajas donde se mantenía el agua para el consumo diario. Así como una máquina de escribir que costó $1.200 donde los ocho hijos aprendieron a teclear. 

También existe una representación de los atuendos de la congregación de la leyenda vallenata de la cual los hermanos Jiménez Zuleta hacen parte. En ella existe igualmente una guacharaca antigua de un metro que tocaban los primeros guacharaqueros como ‘Compai Cruz’ y que cuentan la tocaban con una costilla de ganado o de burro. 

En la habitación se acentúa la presencia de la cama matrimonial, de hierro con colchón de algodón donde fueron concebidos y nacidos todos los hijos de José Benito y Bernarda. La acompañan un baúl es heredado de la abuelita materna, Marcelina Zuleta que tiene 100 años y una maleta de fuelle de los años 60 que perteneció al tío Juan Enrique Zuleta. 

La cocina es un lugar maravilloso enmarcado por platos de peltre, múltiples ollas y recipientes de totumos donde se servían los alimentos antiguamente, costumbre que en pocos hogares se conserva. El cuadro lo finaliza un fogón de leña donde hasta el último de sus días Bernarda dio muestras de su sazón y que aún utilizan sus hijas y nietas cuando la familia se reúne en distintas ocasiones. 

Medio siglo después, tal como lo indica una frase a la entrada del lugar, los descendientes de José Benito y Bernarda quieren preservar las costumbres que humildemente les enseñaron. Para ellos, la mejor forma de hacerlo es exteriorizando al mundo la forma de vida que tuvieron y las enseñanzas que les dejaron, quieren hacerlo durante el festival porque consideran que al igual que el vallenato de antaño, su casa de bahareque narra y refleja lo que fue el valduparense de la época y que al igual que el folclor, recientemente declarado por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad, este tipo de construcciones en Valledupar también necesitan protección. 

febrero 21, 2017

LOS CARNAVALES DE FUNDACIÓN

Solo queda la nostalgia

Memo Rodríguez
Año 1950
Frente al Teatro Variedades

Por Emerito Sierra

En Fundación solo los adultos conservan el recuerdo de lo que fue el carnaval en el pasado. Los bailes en el Salón Paraíso, en el El Variedades, o en las Casetas: La Superbomba, La Manigua, el Toro Negro, El Carito, La Fronteriza,  La Vallenata, El Mondongazo, Los Morrocollos, Los Guayabales etc.

Se reencontraban los amigos venidos de veredas, haciendas y pueblos. Los hombres carnavaleban en medio de una desbordante efusividad, desparpajo y desenfreno,  quien gracias al licor con un buen “Polvo Carnavalero” terminaba, y no faltaba el que en el anden dormía.

La mujer en cambio permanecía en su casa, orientando las cosas del hogar, aunque no faltaba la que daba rienda suelta a su libertinaje, ocultada en el disfraz que le permitía tantas emancipaciones, lo que luego le provocaba una gran pipa de nueve meses.

Al que se le mojaba la canoa, aprovechaba la ocasión y disfrazado de mujer seducía al de su sueños, que en medio del alcohol y la maizena terminaba conquistado.

En el Mondongazo nos recibían con una gran totuma, donde a medianoche servían sopa en abundancia, con ello la embriaguez desaparecía y la rumba continuaba. También fue tradición concluir estas fiestas en La Pioner de Aracataca, los martes de Carnaval, donde al final la ropa terminaba hecha mil pedazos y el rostro impregnado de azulin.

Los ricos en los Clubes se divertían al son bandas, orquestas y conjuntos. Entre tanto el pueblo se disfrazaba o se tintaba de negro, quienes al ritmo del mapalé salían a las calles para hacer su agosto. No faltaba el hombre sin cabezas, el Indio y el gorila, como tampoco la Gigantona, los enatitos y mucho menos el muerto cargando al vivo.

En esos carnavales se disfrazaban Los Cabana, Los Cantillo, Los Sánchez, Los Sierra, Los Sarmiento, Los Pérez, Los Eguis, Los López, Los Escalona, Los Ruiz y toda esa recua de Italianos como los Scopetta, Pasella, Lombardi, Viggiano, Pezzano, Calvano y Los Filomena.

Muchos otros que de pueblos lejanos venían a pasar los Carnavales a la bella Fundación, donde algunos se fueron quedando como los Abello, Carmona, Andrade, Gamarra, Martínez, Fernández, Gutierrez, Acosta, Ovallos, Guerra, Robayos y algunos Rumanos. Igualmente extranjeros árabes como los George Amashta, Lara, Katime, Abuabara… 

Nicolás Abuabara y Faride Mazziri
CLUB FUNDACIÓN
Comparsa Brasilera 1969

El atractivo del Ferrocarril permitió una gran mezcla entre descendientes africanos, mestizos y extranjeros, dando como resultado esa mujer morena con mata de pelo negro que adornaban sus grandes caderas.

Los personajes de la época servían de oradores tanto de los reinados del “Centro”, como los de barrios. El comercio cerraba sus puertas todos esos días generándose un ambiente verdaderamente festivo.

El miércoles de ceniza a pesar de que iniciaba la cuaresma seguía la diversión, era tradición echarse agua entre vecinos y no se escapaba ni el que iba a Misa a ponerse la ceniza, luego era el momento de ir al río para desestresar todo el desenfreno, la culpa y el guayabo.

En fin eran seis o más días de rumba extrema en donde el que lo vivía lo gozaba y quien lo gozaba sabía que con Joselito moría el carnaval y con el carnaval muchas cosas que en el fondo sólo dormían hasta el año siguiente. Las personas, independientemente de su condición social, racial o económica se ponían un atuendo distinto, una máscara pintoresca, un traje llamativo o una empolvada con maizena, y dejaban salir algo de sí que llevaban escondido dentro que el resto del año se mantenía oculto, pero que en carnavales afloraba sin tener que enfrentar ningún tipo de censura ni de restricciones, dejando en libertad a sus demonios, a sus comportamientos oscuros y censurables, al otro yo, hermano gemelo malo, para que en unos días de derroche, delirio y locura se despacharan con la venia social, antes de volver a guardarse en el interior de la mente, del corazón y de las tripas. Los carnavales se convertían en una oportunidad para el desahogo, en una catarsis colectiva necesaria para aliviar un poco las tinieblas represadas, una oportunidad de alzarse la bata sin pudor. 

Todo esto sucedía generalmente en un sano esparcimiento, en donde la violencia y la discordia no tenían cabida a pesar de que la maizena muchas veces irritaba los ojos, el azulín manchaba la ropa, o la ripiada de la misma el martes de carnaval, e incluso la mojada del que iba a misa el miércoles de ceniza.

Año 1955
Pero las cosas han cambiado, los Clubes han desaparecido, los salones y las Casetas también, no queda nada de aquellos bellos momentos de intercambio cultural, de excitación sin límites, permisividad y descontrol. Ya no hay silbidos, ni cantos, ni letanías, la era digital reemplazó aquel artista pobre que con su disfraz se rebuscaba. Hoy estas fiestas son un desorden sin control, en donde las motos con sus ruidos protagonistas se volvieron.

Solo queda observar por televisión la transmisión del carnaval Barranquillero, que por haberse comercializado logró conservarse, aunque solo para quien tiene medios para ello, o el caimán cienaguero que gracias a esconderse en las aguas turbias de la ensenada  ha logrado salvarse por el momento.

Indudablemente los carnavales de los 50 y hasta principio de los 80, fueron sin duda alguna los mejores años de un carnaval totalmente participativo, una fiesta que se vivía las 24 horas del día, las mañanas, las tardes y las noches se gozaban con mucha intensidad, donde había tiempo para todo incluso para rezar, puesto que los martes se celebraba el funeral de Joselito, donde no faltaba la rezandera, como tampoco los dolientes que sin contener sus gritos por las calles lo expresaban sin pudor alguno, en algunos casos llevaba Cura, pero las que no faltaban eran sus alegres viudas, que una a una un día de carnavales se gozó, con el que al final tanto desafuero no soportó, pero oh sorpresa en medio del cortejo cuando el muerto despertó, para alegría de unos y espanto de los demás.

Desde hace unos 4 años, se viene realizando en nuestra ciudad un poco de esa fiesta y se han organizado sendos desfiles de disfraces uno de niños y otro de adultos, a los que han llamado La Gran Parada, tal y como se le denomina en Barranquilla. Apoyamos estas iniciativas culturales y folklóricas que ayuden a rescatar nuestra identidad cultural, ojalá sin los desafueros del pasado. Que vuelvan también las verbenas, las casetas y los espectáculos.

SONIA NOGUERA MONSALVO
Reina Central de los carnavales de Fundación

La representación: satélite llegando a la luna.
La carroza recorrió las calles en fundación.
En la foto representando a Fundación 
en el carnaval de Santa Marta

DOÑA OLGA LARA Y J.J. MORALES
La reina Marjoria De Martino, 
con su comitiva iba de casa en casa.
 Foto: con Francisco Sierra.




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LA CASA DE LUIS ENRIQUE MARTÍNEZ

En esta casa vivió Luis Enrique 20 años.

Casa de Luis Enrique y Rosalbina

Armando Zabaleta compuso ‘Las Bodas de Plata’, después de la gran fiesta con la que Luis Enrique Martínez ‘El Pollo Vallenato’, celebró los 25 años de matrimonio con su esposa Rosalbina Serrano De Oro. 

El escenario del festejo fue la casa de la pareja, en el municipio de El Copey.

LAS BODAS DE PLATA


En las bodas de plata

de Luis Enrique y Rosalbina
Se hizo una fiesta muy linda
con música vallenata

Sus amigos y sus amigas

también fueron a su casa
Sus amigos y sus amigas
todos fueron a su casa (Bis)

En esa fiesta bonita

sonaron todos los acordeones
Haciéndoles honores
ha Enrique y a Rosita

Y luego el cura en la misa
los colmó de bendiciones (Bis)

Este es un dia sagrado

pa' Luis Enrique pa' Rosalbina
Tienen que recordarlo
mientra existan en la vida

Porque lo que es apreciado

compadre
eso nunca se olvida

Porque lo que es 

apreciado compadre
eso nunca se olvida (Bis)

En esa boda de plata

le regalaron cosas muy lindas
De San Jacinto Bolívar
le trajo Adolfo una hamaca

Pa' que se meta en su casa
Enrique con Rosalbina (Bis)

El paseo fue grabado por Jorge Oñate con los Hermanos López cuya trascendencia, además de la canción, la tiene la vivienda del juglar.

Por allí pasaron los más grandes intérpretes, acordeoneros, compositores y escritores durante los 20 años que Luis Enrique y Rosalbina habitaron el inmueble. El legado es inmenso, a ella llevó Adolfo Pacheco una hamaca como regalo para los anfitriones.


Rosalbina

Luis Enrique, hombre alegre y de fiestas, murió en 1995 en Santa Marta. Rosalbina, había dejado la casa arrendada durante varios años, hasta venderla a su amiga María Amanda Otálvaro, quien crió en ella a sus hijos.

La vivienda tiene cuatro habitaciones, sala, comedor, una cocina y baños, además de un extenso patio, que sirvió como escenario para que se dieran cita ahí Juancho Polo Valencia, Tobías Pumarejo, Abel Antonio Villa, Alejo Durán y toda una constelación de acordeoneros, compositores, verseadores e intérpretes, que compartían con Martínez.

Aunque Luis Enrique Martínez no nació en El Copey, sí dedicó muchos años de su vida a esta tierra, luego de que viviera en Fundación donde se dio a conocer como artista.

FIESTAS INTERMINABLES


El compositor y docente, Roque Gullo, recuerda que Luis Enrique armaba parrandas que parecían interminables. Una de las más recordadas fue la celebración de las bodas de plata con su esposa ‘Rosita’, un 8 de abril de 1972.

“Estas parrandas duraban hasta 10 y 12 días, de encuentro con sus amigos”, señaló.

“Al festejo de su boda de plata, asistieron Alejo Durán, Fredy Molina, Adolfo Pacheco, Ismael Rudas, Andrés Landero, Armando Zabaleta, Rafael Valencia y Lucio Gullo Fragoso, entre otros, eso hacía parte de la riqueza cultural que fue dejando Luis Enrique en El Copey”.

“Esta casa tiene un valor cultural inmenso, allí pernoctó mucha gente en las décadas de los 60 y 70, todos los juglares llegaban a la vivienda del maestro. En el mismo sector, frente a Luis Enrique vivió Juancho Polo Valencia y al lado de él Juan Madrid quien fue el guitarrista de toda la vida de El Pollo Vallenato”, indicó.

Ver también: El matrimonio de Luis Enrique

UN GITANO RADICADO

Luis Enrique Martínez nació en el corregimiento El Hatico, en Fonseca, sur de La Guajira, el 24 de febrero de 1922; pero a los 13 años se radicó con su familia en Fundación, donde inició la senda viajera que lo caracterizó. A pesar de moverse por toda la geografía del viejo Magdalena Grande, fue en El Copey donde vivió dos décadas.

Su vida musical comenzó en 1947, para la época tenía 25 años; más que artista era entonces un hombre de campo, sus jornadas como aserrador le dieron pulso firme para dominar el acordeón.


Este juglar del Vallenato no obstante ser guajiro de nacimiento se maduró musicalmente en Fundación y aunque inicialmente tuvo una acentuada influencia de Pacho Rada, posteriormente sucumbió bajo el encanto de la música alegre que florecía en el Valle de Upar y enarbolando esta bandera folclórica llegó a ser uno de los más auténticos exponentes del género vallenato.

Se dice que ‘El Pollo Vallenato’ dividió en dos la historia de este género impregnándolo de adornos en sus notas y agilidad en la interpretación del instrumento. Él mismo reconoció como su maestro a Francisco ‘Pacho’ Rada, pero su capacidad le dio para sacar notas alegres en todas las tonalidades, era un músico completo porque además de tocar, sabía cantar y componer. 

En el año 1959 ganó el último concurso de acordeón que se celebró en Fundación auspiciado por don Camilo George Chatme, el libanés que fue el primero en realizar este tipo de festivales en Colombia. Como dato curioso de este concurso, Edgar George, hijo de Camilo, tiene un recuerdo vivido de esta ocasión. Edgar, quien fuera Alcalde de Barranquilla, recuerda, como si fuera ayer, que en esa oportunidad Luis Enrique tocó el acordeón con el pico de una botella y con una toalla tapándose los ojos ¡Toda una proeza de esta figura legendaria!

En 1973 fue Rey en el Festival de la Leyenda Vallenata.

Por Miguel Barrios



Leer también: Biografía de Luis Enrique


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febrero 15, 2017

CHEMA MARTÍNEZ: OTRO JUGLAR QUE HIZO HISTORIA EN FUNDACIÓN


Otro exponente de la música vallenata que hizo historia en Fundación.



José María Argote, 'Chema Martínez', nació en El Hático, Fonseca, en la Guajira, el 29 de febrero de 1935, hijo de Víctor Acosta y Anatividad Argote (la llamaban Natividad). Era hermano de madre del inmortal Luis Enrique Martínez.

Su madre lo bautizó con el apellido Martínez (de su anterior marido), por despecho y resentimiento con el padre, que andaba de mujeriego por esa época.

  Chema al lado de su hermano Luis Enrique Martínez, quien fue su maestro, aprendió a tocar el acordeón a los 12 años. Su vida profesional la inició un año después, en unas fiestas de Corralejas que se celebraron en San Ángel, Magdalena, y desde esas festividades en adelante no dejó de tocar el acordeón, del que no se desprendió en vida.

Al poco tiempo de su lanzamiento como profesional, acompañó a Alejandro Durán en una correría por las poblaciones y haciendas de la ribera del río Magdalena, correría que duró tres años: Yucal, La Bomba, Punta Piedra, Moler, donde nació Abel Antonio Villa, entre otras poblaciones y fincas ribereñas.

Aquella fue una época, en la que no contaban ni con el cajero ni con el guacharaquero, ya que, por un lado, estos eran escasos, y por el otro, no hacían parte rutinaria de los acordeoneros, por lo que nadie se los exigía. Solo tocaban el acordeón, al que acompañaban con su voz. Por ese entonces, agregaba 'Chema', cobraban un peso por canción, y en una parranda, en promedio, podría dejarles unos ochenta pesos, que se repartían en partes iguales.

Con Guillermo Sánchez Andrade

La primera vez que 'Chema' participó en una grabación fue en Bogotá el año 1954, con el sello Curro, como cajero del conjunto de su hermano Luis Enrique Martínez.

En 1966, ahora sí como acordeonero, grabó con Armando Zabaleta y su Conjunto tres LP. El primero en Cartagena para el sello Fuentes y los otros dos en Bogotá para el sello Phillips.

'Chema' Martínez amenizó las parrandas de los hacendados más prominentes del Magdalena y Cesar, lo que podríamos denominar la época de oro de las parrandas vallenatas.

Chema Martínez, en el año 1974 fue coronado Rey Vallenato categoría Semiprofesional, en el Festival de la Leyenda Vallenata.


FAMILIA


Domitila

En una de sus correrías folclóricas conoció a María Domitila Acuña Díaz (1947-1994), su eterna compañera, en la población de Nueva Granda, Magd. Se casó con ella en esa población en el año 1956.  

Luego de su matrimonio parte con su esposa hacia El Copey, Cesar, su residencia transitoria hasta el año 1986, año en que, por insistencia de María Acuña Díaz por un lado, y por el otro, porque la situación económica de la región, cada día era peor, decide radicarse en Barranquilla. 

Con su esposa tuvo seis hijos: Martha, Mauricio, Javier, Lesbia, Dayro José y Vera Argote Acuña, todos nacidos en El Copey.

En cuanto a la vena musical de su padre, en mayor escala la heredó “Pipe” que además de tocar guacharaca, caja y acordeón, es compositor. De momento varias de sus canciones las tiene registradas en Sayco, y se encuentra a la espera de que alguna agrupación se las grabe. Los otros dos hermanos, Javier y Dayro, pero en menor escala, tocan el acordeón y cantan.

Domitila Acuña nació en El Banco un 8 de julio de 1947, y murió en Barranquilla el 26 de febrero de 1994.

Chema estando viviendo en el Copey, conoció a Tobías Enrique Pumarejo, Don 'Toba', a su hermano Don Tito y al hijo de Don Tito, Luis Joaquín, 'El Negro Quin'. Las parrandas con los Pumarejos, en especial con Don 'Toba', fueron incontables y son muchos los que aún las recuerdan.

Mauricio Argote Acuña, su hijo, heredó sus secretos musicales, ya que además de tocar guacharaca, caja y acordeón, es compositor. Los otros dos hijos, Javier y Dayro José, también tocan el acordeón y cantan.

VIDA MUSICAL

La primera vez que “Chema” participó en una grabación fue como cajero, año 1.954, sello Curro, y lo hizo como integrante del conjunto de Luis Enrique Martínez. En cuanto a los LP que como acordeonero grabó esta figura insigne del vallenato clásico, existe alguna controversia. Por un lado, mientras que “Chema”, sin hacer alusión a sus nombres, me dijo que con Armando Zabaleta y su conjunto grabó tres LP, el primero de ellos en 1966 con discos Fuentes en Cartagena y dos más en Bogotá, uno para discos Phillips y un tercero del cual no me confirmó su sello. 

Por su parte, el investigador, coleccionista y compositor de música vallenata, Julio Oñate Martínez, me comentó que “Chema” grabó dos LP, uno en disco Perla, “Vallenato protesta-El chupaflor”, y el otro para el sello Curro, y que igualmente grabó, para el sello Fuentes, una serie de discos en 78 RPM, en los que figuran “El trajecito gris”, “Aborréceme”, El gorrero”, “Interesada”, “La garra” y “Sabana sananjera” de la autoría de Tobías Enrique Pumarejo, que discos Fuentes hace poco la incluyó en un CD dedicado al cantautor Armando Zabaleta. 

Oswaldo Sarmiento, abogado, investigador, acordeonero y coleccionista de música vallenata, un especie de grandes ligas en esta disciplina, me hizo llegar, además de los temas digitalizados del LP, “El Chupaflor”, algunos de los temas de “Chema Martínez y su conjunto, que digitalizó a partir de discos de 78 RPM, “Amarga Pena” de Fidencio Suarez y “El soltero” de Camilo Namén, sello Perla y en la voz del cantautor Orlando Nola Maestre: “El Gavilán” y “Mi ausencia”, Sello Victoria (1.960) y “El algodonero” y “El Agricultor”, prensado en discos Tropical (1960). 

Por el lado del coleccionista y folclorólogo de música tropical y vallenata, Dorian Alberto Meza, me envió las caratulas de dos LP, recopilaciones posteriores de Armando Zabaleta y su conjunto, “Colombia Regional”, Vol. 7, sello Fontana-Phillips, donde figuran “Trajecito gris”, “El hombre borrachón”, “Teresita”. “El hombre soltero”, “Me voy para Manaure”, “Por tu culpa”, “Besito comprao”, Rosario; “Pensando en ti”, “Martha”, “Interesada” e “Isabelita”, y “Realeza Vallenata”, Vol. 4, sello Fontana, que incluye “Clavelito”, “La reforma agraria”, “Margarita”, “El Chupaflor”, “Ansias de Amarte”, “Aborréceme”, “El festival”, “El trasplante”, “Cuando te fuiste”, “Arrepentida”, “No me supliques” y “Catorce de mayo”. Basado en lo poco que grabó, en una de las entrevistas que le hice a “Chema”, le pregunté, que siendo él un gran ejecutante del acordeón, como el que más, porque razón había grabado tan pocos discos. Y lo que me contestó fue, que a él le iba mejor económicamente tocando en parrandas que grabando. Y esto es tan cierto que Abel García Villa, “Abelito”, sobrino de Abel Antonio Villa, timbalero y guacharaquero de confianza de “Chema” desde 1.986 hasta su muerte, me comentó que a “Chema” le salían tantos toques, que para poder compartir con su familia uno que otro 31 de diciembre, le tocaba fingir de enfermo. 

Así las cosas, lo que hacía “Chema”, en estas fechas, era colocarse una toalla en la cabeza, simulando un resfriado, dolor de cabeza y afección en la garganta. Y, sin embargo, muy a pesar de verlo postrado en la cama, los parranderos que llegaban a su casa insistían en llevárselo, pero por fin convencidos de su repentina e inusual enfermedad, le dejaban jugosos presentes en metálico. 

“Chema” Martínez, le amenizó parrandas a las más prominentes personalidades de la política, incluido Presidentes de la República, de la medicina, del derecho, del comercio y de la cultura, tanto a nivel nacional como regional, al igual que a los más representativos hacendados del Magdalena, de la Guajira, del Atlántico y del Cesar, y en especial, a los hacendados de Fundación, “La esquina del progreso” de Magdalena, que fue donde, y en todo su esplendor, a finales de los años cincuenta hasta entrado los años ochenta, floreció el vallenato clásico, en la que podríamos denominar la época de oro de estas celebraciones. 

Todos los viernes, con regreso a El Copey los lunes, “Chema” viajaba a Fundación para amenizar parrandas, las que eran inmancables. Y con él, con relativa frecuencia, solían llegar los más connotados acordeoneros y cantautores de la región caribe. Entre otros, Alejandro Durán, Abel Antonio Villa, su hijo Luis Gabriel “El Negrito” Villa, Luis Enrique Martínez, quien vivió en Fundación por varios años, Andrés Landero, Nafer Durán, “Pacho” y “Pachito” Rada, Julio de la Ossa, Juancho Polo Valencia, Armando Zabaleta, Esteban Montaño, Alberto Pacheco con el conjunto “Los Campesinos del Magdalena”, al que le decía que era el conjunto de mi papá, Nicolás “Colacho” Mendoza, Leandro Díaz, Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Morales “Moralito”. 

¿Y en dónde creen que se hospedaban toda esta constelación de acordeoneros de primera línea? En los hoteles Buenos Aires de Don Tulio Barrero y La Piragua de su hermana Edilia. Y al respecto, un recuerdo que “Chema” siempre mantuvo guardado en su memoria, es que, en sus ratos de óseo, a Julio de la Ossa se le podía ver matando el tiempo, mientras jugaba a las cartas con sus colegas. 

Estos dos hoteles eran algo así, como la calle 72 con carrera 46 de Barranquilla, en donde en todos fines de semana se congregan los conjuntos de acordeón a la espera de potenciales clientes. 

En el Copey, donde “Chema” vivió 30 años, conoció y parrandeó innumerables veces con Tobías Enrique Pumarejo, “Dontoba”, con su hermano Don Tito y con el hijo de Don Tito, Luis Joaquín, “El Negro Quin”, al igual que con otros ganaderos y personajes que tenían sus haciendas por esa región, como lo fueron Luis Mariano Bornacelly, Sinforiano Restrepo y Pedro Castro. 

Las parrandas con los Pumarejo, en especial con Don “Toba”, que solían ser de largo metraje, son muchos las personas que aún las recuerdan. En cuanto los concursos que a lo largo de su vida de acordeonero ganó “Chema” Martínez, cabe destacar que 1.951 fue el ganador del segundo concurso de acordeón que se celebró en Colombia, el primero se realizó en 1.950, de un total cinco, concursos que fueron organizados por el pionero de los concursos de acordeón de nuestro país, Don Camilo George. El segundo de los concursos lo obtuvo años después en el Retén, Magdalena. y como semiprofesional se coronó como Rey del Festival de la Leyenda Vallenata del año 1974.

Además de hacer parte de las agrupaciones en las que tocó y grabó como cajero y como acordeonero, Luis Enrique Martínez y Armando Zabaleta, “Chema” conformó su propio conjunto con el que grabó varios temas en 78 RPM. Y aunque a través de su vida como acordeonero contó con el apoyo de un buen número de timbaleros, cajeros, guacharaqueros y de algunos guitarristas, desde que se mudó para Barranquilla, año 86, hasta el día de su fallecimiento, su agrupación estuvo integrada por Abel García Villa, “Abelito”, guacharaca y Dionisio Herrera “El Ñeque”, y alternando en la caja o en los timbales, con Ángel Custodio Cantillo, “Pelo de Guiso”.

EN FUNDACIÓN


Con la finalidad de promocionar la venta de acordeones en su almacén de Fundación Magdalena, el “turco” Camilo George Chatme, convocó a todos los artistas de la música de acordeón que frecuentaban a Fundación, para que compitieran y demostrarán quien era el mejor artista entre ellos. 

De tal manera que en el concurso del año 1951, el primer puesto lo ocupó José María Argote “Chema” Martínez como era su nombre artístico, quien se alzó con el triunfo al interpretar magistralmente la canción “Jardín de Fundación”, catalogada con el tiempo como el himno cultural de esta población y cuya autoría es de su hermano Luis Enrique Martínez.

Como hecho histórico Alfredo Gutiérrez Vital, en ese mismo concurso, fue declarado “Niño Prodigio del Acordeón”, entonces contaba con nueve años de edad.

El último concurso organizado por el turco George, se realizó en el año de 1959 y lo ganó su hermano Luis Enrique Martínez, el “Pollo Vallenato”.

'Chema' fue homenajeado por última vez el 7 de agosto de 2016, por parte de la alcaldesa de Fundación, Mallath Martínez Castillo. Homenaje que en esa oportunidad compartió con Alfredo Gutiérrez y con Camilo George (póstumo). Este último, por ser el precursor de los concursos de acordeón en Colombia, y 'Chema' y Alfredo por ser los ganadores, aún vivos, en sus respectivas categorías en el concurso celebrado en 1951.

Otros homenajes que en vida le hicieron: el primero le fue conferido en Barranquilla el 3 de octubre 1.997 en “Las Bodas de Diamante” como compositor, de Tobías Enrique Pumarejo. Homenaje que fue organizado por el alcalde de Barranquilla de ese entonces, el Doctor Edgar George González. 

El segundo lo recibió en El Copey, el 6 de agosto de 2006 en la Alcaldía de Juan Pumarejo. 

El tercero le fue otorgado en el 2013 en el marco de la celebración del Segundo Festival de Música Vallenata en Puerto Boyacá. 

El cuarto en Barranquilla, homenaje que fue organizado por Martha Bornacelly en asocio con Acinpro. 

Para el mes de octubre del 2017, la Doctora Olivia Márquez, Presidente de la Fundación Indio Tayrona de Santa Marta, le tenía preparado un homenaje en vida, pero ante la llegada de su muerte, fue brindado de manera póstuma.

 FALLECIMIENTO

El 18 de Febrero del 2017, en horas de la mañana de ese sábado, murió José María Argote, o 'Chema' Martínez, su nombre artístico, uno de los últimos juglares del acordeón que quedaban vivos en el folclor vallenato.

La muerte lo sorprendió de manera inesperada a las 11:30am, en la Clínica de La Costa de Barranquilla, estuvo muy bien atendido por los Doctores Gustavo Aroca y Álvaro Urbina, primo del compositor de “La Reina”, Hernán Urbina Joiro. Con este infortunado insuceso, se nos fue uno de los últimos juglares del acordeón clásico vallenato

'Chema', casi llega a los 82 años, pasaba por una difícil situación económica, se encontraba prácticamente ciego, padecía de glaucoma, glicemia y de una afección pulmonar, no le apetecían los alimentos y presentaba un cuadro depresivo complicado.

Por gestión del médico fundanense Edgar George González, exalcalde de Barranquilla, y del economista Juan Lora, contactaron a su amigo Gustavo Aroca, folclorista vallenato, quien de manera inmediata se encargó, al lado del doctor Álvaro Urbina, primo del reumatólogo y autor de 'La Reina', Hernán Urbina Joiro, de prestarle la atención requerida a 'Chema'. Pero, desafortunadamente, después de realizarle un procedimiento rutinario pulmonar sufrió tres infartos, y de nada valieron las reanimaciones inmediatas de las que fue objeto.

El folclor vallenato quedó con su muerte nuevamente de luto, y 'Chema', por su sencillez, por todo el conocimiento que atesoraba en lo que respecta al desarrollo del vallenato clásico, y que en buena parte compartió con sus allegados, entre los que me incluyo, lo recordaremos para siempre. Paz en su tumba.


RICARDO LÓPEZ SOLANO


REGISTROS:

Carmen Santiago, Chema Martínez ,
Alma Camargo y Nancy Fontalvo

CONJUNTO DE ARMANDO ZABALETA.
Acordeón: Chema Martínez.

Grabación del álbum “Tragecito Gris” 
Discos Phillips de Bogotá, año 1969.


VIDEOS 


Chema Martínez, en Fundación año 1999
En compañía de otros juglares del Vallenato


Jardín de Fundación interpretado 
por Chema Martínez 
y su Conjunto
Agosto del 2016


 Entrevista a Chema Martínez 
el 7 de agosto del 2016 en Fundación






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febrero 12, 2017

LA BONANZA ALGONODERA EN ALGARROBO

El Oro blanco se esfumó


Es un semilla de color marrón, el cual cubre una suave, blanca y pálida fibra, hizo que los dedos de las manos de Luis Flórez, estuviera rasgados y calloso, en su niñez, por el proceso de siembre de algodón en el país, especialmente en el Magdalena, departamento que fue primogénito en el año 1966 en exportar este mercado al famoso y reconocido continente de Europa.

Cuenta Flórez, que en la edad de 13 años, trabajaba en una finca donde tenía que recoger o sacar el algodón de un duro y fuerte cascaron que lo cubría cuando el sol calentaba, por lo que asegura, al momento de recordar, que prefería madrugar antes que la mañana se asomara, para poder realizar su labor con menos dolor en los dedos de las manos, y así lograr sacar el algodón con más facilidad.

En su momento benefició grandemente la economía regional para sacar triunfante la tesis de integración agrícola con la exportación agrícola de productos cultivados en el departamento tal como banano, algodón, café y tabaco.

Se trató de doble éxito por cuanto no solamente se logró que el algodón producido en el Magdalena se comprara en los mercados internacionales, si no que fuera exportado por el puerto de Santa Marta.

El barco Marins Kou de la Flota Mercante Grancolombiana, zarpó del puerto samario llevando 2.100 pacas de algodón, con un peso de 529. 413 kilos.

LA DECADENCIA DEL ALGODÓN

1969, puede considerar el principio del fin de la bonanza algodonera en el Magdalena, un incendio donde acabó con varios millares de pacas de algodón en los muelles del puerto de Santa Marta, determinó que las compañías aseguradoras vetaran el puerto samario, por no ofrecer aparentemente las garantías de seguridad de las mercancías.

15 años después de aquel suceso, reanudaron las exportaciones vía marítima, el primer despacho después de este prologando lapso, comenzó a embarcarse el 22 de junio del año 1981, en el vapor "Andes". En total la carga fue de 7 mil pacas equivalente 1.610 toneladas por el valor de 140 millones de pesos, según el informe entregado por Agromag, la firma dedicada al cultivo y mercadeo de la fibra y que hizo posible que las agencias aseguradoras levantara el veto.

Luego que se reanudaron las exportaciones de algodón por el puerto de Santa Marta, adquirió perspectiva de aumentar su actividad operacional, la cual se había visto menguada a raíz de haber mermado el movimiento de barcos.

Algarrobo, el fortín algodonero


Manuel Joaquín Estrada Reyes, salió de su casa en San Jacinto, Bolívar a sus 21 años llevándolo a las tierras del municipio de Algarrobo en el año de 1950.

Estrada Reyes, es uno de los pocos testigos y protagonista vivos de "la fiebre blanca" del algodón, que se tomó esta región del Magdalena.

Y es que el cultivo de algodón ocupó el segundo renglón en la economía nacional, después del café; abasteció dos terceras partes de la industria manufacturera del país y cerca de una cuarta parte de la sector de grasa y aceites.

Así mismo, su cultivo llegó a ocupar estacionalmente cerca de 480.000 trabajadores en su pico más alto de su producción durante la época de su cosecha; consumiendo el 70% de los agroquímicos y el 30% del crédito destinado al sector agropecuario.

El algodón llegó a Algarrobo en 1955, cuando desplazó el cultivo de yuca y maíz, recuerda don Manuel. Era tal el movimiento económico en esta población que a pesar de ser corregimiento de Fundación para ese entonces, poseía una entidad Bancaria.

En ese entonces 5.000 hectáreas se sembraron en la región, donde la finca “España”, lideraba la producción algodonera con 600 hectáreas, seguida de la finca algodonera, “El Chicoral”, de Eduardo Sierra y la finca “La Reserva”. Su cultivo llegó a ocupar miles de trabajadores durante épocas cosecha, tanto es así que 1960, se instala la primera entidad bancaria en Algarrobo, como resultado del crecimiento económico y una Planta Desmotadora que transformaba la fibra.

Manuel trabajó en la finca España, que lideraba la producción algodonera del municipio con 600 hectáreas sembradas. Estrada Reyes decidió radicarse en el municipio que lo vio llegar con una pequeña maleta.

La "fiebre blanca" tuvo su esplendor de 1950 a 1979, debido demanda de los mercados internacionales y de la industria colombiana. Para esta época el Caribe colombiano producía el 75% de algodón del país.

Sin embargo, el auge del cultivo de algodón decreció y fue entre 1977-1979, cuando se inició su crisis que a la postre acabaría con la "fiebre blanca", hasta reducir completamente su producción a comienzo de 1990. Tiempo, que se inició la apertura económica y la implementación del modelo de globalización.

Fue entonces, que la fibra de algodón quedó relegada. A pesar de ello, hoy el 80% de su cultivo es de origen transgénico, el mismo que ha causado varios cuestionamientos por los expertos en el mundo, ya que según ellos, trae graves riesgos a la salud humana.

De tal manera, que la apertura económica iniciada en el gobierno del expresidente César Gaviria, acabó con los últimos y esporádicos cultivos de los departamentos Magdalena, Valle y Tolima.

Recolectores de algodón 
en Algarrobo

En el año 1970 había bonanza en esta región, pero factores entre los que se cuenta caídas del precio, mermaron el esplendor algodonero que tuvo vigencia hasta el año 1980; producción que se redujo considerablemente a comienzo de la década de 1990, cuando habían cultivadas pocas hectáreas.

La Apertura Económica empezó a golpear a los productores, de conformidad por lo expresado en 1992, por la Junta Directiva de la Federación Nacional de Algodoneros (Federalgodón). Otras amenazas que golpearon el desarrollo algodonero fueron las sequías producidas por el Fenómeno del Niño, la presencia guerrillera en las zonas de producción y la infertilidad de las tierras ocasionadas por frecuentes fumigaciones.

En Algarrobo, para Manuel Joaquín Estrada Reyes, los algodoneros libraron una feroz lucha contra el "picudo" conocido científicamente con el nombre de anthonomus grandis, un letal insecto que atacaba despiadadamente y sin tregua la planta. Para contrarrestar el pequeño animal se fumigaba hasta 18 veces sin resultado alguno y finalmente la producción presentaba reducciones considerables.

Pero el remedio fue peor que la enfermedad, ya que las permanentes fumigaciones sin resultado alguno, afectaron la fertilidad de las tierras. “El Picudo” y “El Coquito”, fueron descubiertos en el año 1932, y comenzaron hacer daño en la región del Magdalena, a partir de la década de 1950. De esta forma, una hectárea que arrojaba normalmente tres toneladas pasó a una, dejando ostensibles pérdidas para quienes se dedicaban a su cultivo, haciendo esta actividad inviable económicamente.

A comienzos del año de 1996, los cultivadores piden ayuda de 40 millones de pesos al Gobierno Nacional, para el arreglo y funcionamiento de la Planta Desmotadora que se encuentra en el municipio de Algarrobo; maquinaria que no solo pertenecía a la población magdalenense, sino que brindaba beneficio municipios pertenecientes al Departamento del Cesar. Ante los oídos sordos del Gobierno Nacional, se recuerda el cierre de la Planta Desmotadora, a finales del año 1996. Según un estudio realizado por la Secretaría de Agricultura del Magdalena, los cultivos de algodón mermaron su producción en un 100 por ciento en los años 1997 y 1998.

Después de un receso de cerca de 10 años, volvió el cultivo de algodón al municipio de Algarrobo, ocurrió en el año 2001, cuando fue sembrada un área de 700 hectáreas.

Actualmente el algodón es un recuerdo en el último municipio algodonero del Departamento del Magdalena; periodo que duró más de 30 años en Algarrobo y concluyó con la llegada de la agricultura de palma de aceite, la ganadería extensiva y la agroindustria. Solo queda el recordatorio en la parte inferior del Escudo Municipal, una mota de algodón la cual representa la contribución de este cultivo en la economía municipal.

Por Kareydis Sierra


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